3 consejos sobre cómo escuchar la palabra de Dios

1. Con respeto. Cualquier sacerdote que lo predique es siempre la Palabra de Dios; y Dios considera al que se dirige a su enviado como desprecio; La Palabra de Dios es la espada de Dios en la mano del sacerdote, la voz del cielo, la fuente de la vida, el alimento del alma, el medio de salud, incluso si el instrumento o el sacerdote que nos lo entrega es defectuoso. Escúchalo con la devoción con la que te acercas a la Sagrada Comunión, dice San Agustín: ten mucho en cuenta. La respetas? ¿Nunca hablas mal de eso?

2. En serio Es una gracia de Dios; el que la desprecia le rendirá cuentas; es un alimento saludable para quienes lo cuidan; es comida de muerte para quienes se ríen de ella; pero nunca regresa vacío al útero de Dios (Is. 55, 11). El sacerdote predicador será juzgado contra nosotros, y su consejo que no hemos practicado nos condenará. Si no hubiéramos sabido las cosas, no habríamos pecado. Piensa seriamente en ello y teme tu condena en la predicación.

3. Dispuesto a aprovecharlo. No escuches la curiosidad, saborees la elocuencia, conozcas el ingenio de los demás; no por costumbre, por obediencia al superior, para complacer a un pariente o amigo; no ya con distracción, criticando lo que se escucha, porque nos duele y nos humilla; escuchémoslo con la intención de practicar lo que escuchamos, aplicándonoslo, examinándonos a nosotros mismos, arrepintiéndonos, proponiéndonos enmendarnos con la ayuda de Dios. ¿Lo hace?

PRÁCTICA. - Escuche siempre con respeto, con seriedad y buena voluntad la Palabra de Dios.