9 de julio - CONSANGUINA DE CRISTO

9 de julio - CONSANGUINA DE CRISTO
El apóstol San Pedro advierte a los cristianos que no descuiden su dignidad porque, después de la redención, como resultado de la gracia santificante y la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor, el hombre se ha convertido en un participante de la misma naturaleza divina. Por la inmensa bondad de Dios, el misterio de nuestra incorporación a Cristo ha ocurrido en nosotros y realmente nos hemos convertido en sus parientes de sangre. En palabras más simples, podemos decir que la Sangre de Cristo fluye en nuestras venas. Por lo tanto, San Pablo llama a Jesús el "Primero de nuestros hermanos" y Santa Catalina de Siena exclama: "Por tu amor, Dios se hizo hombre y el hombre se hizo Dios". ¿Alguna vez hemos pensado que somos verdaderamente hermanos de Jesús? Cuán compasivo es el hombre que corre en busca de títulos honorarios, de documentos que prueban su descendencia de familias nobles, que desembolsa dinero para comprar dignidad terrenal y luego olvida que Jesús, con su Sangre, nos hizo "personas santas". y real! ». Sin embargo, no olvides que la consanguinidad con Cristo no es un título reservado solo para ti, sino que es común a todos los hombres. ¿Ves a ese mendigo, ese hombre discapacitado, ese pobre hombre expulsado de la sociedad, ese ser desafortunado que casi parece un monstruo? ¡En sus venas, como en las tuyas, fluye la Sangre de Jesús! Juntos formamos ese Cuerpo místico, del cual Jesucristo es la Cabeza y nosotros somos los miembros. Esta es la verdadera y única democracia, esta es la igualdad perfecta entre los hombres.

EJEMPLO: Un episodio de la Primera Guerra Mundial, que ocurrió en el campo de batalla entre dos soldados moribundos, uno alemán y otro francés, es conmovedor. El francés con un esfuerzo supremo logró sacar un crucifijo de su chaqueta. Estaba empapado en sangre. Se lo llevó a los labios y, con voz débil, comenzó la recitación del Ave María. Ante esas palabras, el soldado alemán, que yacía casi sin vida a su lado y que no había mostrado ninguna señal de vida hasta entonces, se sacudió y lentamente, cuando las últimas fuerzas lo permitieron, extendió la mano y, junto con la de los franceses, él puso sobre el crucifijo; luego, con un susurro, respondió la oración: Santa María Madre de Dios ... Mirándose, los dos héroes murieron. Eran dos buenas almas, víctimas del odio que siembra la guerra. Los hermanos fueron reconocidos en el Crucifijo. Solo el amor de Jesús nos une al pie de esa cruz, en la cual Él sangra por nosotros.

PROPÓSITO: No seas cobarde ante tus ojos, si Dios te estima lo suficiente como para derramar la Preciosa Sangre de su Divino Hijo por ti todos los días (San Agustín).

GIACULATORIA: Por favor, Señor, ayuda a tus hijos, a quienes has redimido con tu Preciosa Sangre.