Caminar todos los días en la fe: el verdadero sentido de la vida

Hoy nos damos cuenta de que el amor al prójimo se desvanece del corazón del hombre y el pecado se está convirtiendo en amo absoluto. Conocemos el poder de la violencia, el poder de la ilusión, el poder de la manipulación masiva, el poder de las armas; hoy somos manipulados y, en ocasiones, atraídos por personas que nos llevan a creer en todo lo que dicen.
Queremos independizarnos de Dios, no nos damos cuenta de que nuestra vida se está volviendo desprovista de conciencia, principio importante que nos permite actuar dando valor a la justicia y la honestidad.


Nada perturba la decencia humana, ni siquiera el engaño de los hechos, todo parece limpio, honesto. Estamos rodeados de noticias inútiles y reality shows que quieren ganar notoriedad e ingresos fáciles son prueba de ello. La fama empuja cada vez más al hombre hacia el pecado (que es distanciamiento de Dios) y la rebelión; donde el hombre quiere estar en el centro de su vida, Dios está excluido y también su prójimo. Incluso en la esfera religiosa, el concepto de pecado se ha vuelto abstracto. Las esperanzas y expectativas se basan solo en esta vida y esto significa que el mundo vive desesperado, sin esperanza, envuelto en la miseria del alma. Dios se convierte así en una figura incómoda porque el hombre quiere estar en el centro de su vida. La humanidad está colapsando y esto nos hace darnos cuenta de lo impotentes que somos. Es doloroso ver cuántas personas continúan pecando intencionalmente porque sus expectativas son solo para esta vida.


Por supuesto que es difícil ser verdaderos creyentes en estos tiempos, pero debemos tener en cuenta que cualquier silencio por parte de los fieles significa avergonzarse del Evangelio; y si cada uno de nosotros tiene una tarea, debemos seguir cumpliéndola, porque somos personas libres para amar y servir a Cristo, a pesar de las adversidades e incredulidades del mundo. Trabajar sobre nosotros mismos con fe es un camino diario que aumenta el estado de conciencia haciéndonos darnos cuenta, cada día más, de nuestra verdadera naturaleza y con ella el sentido de la vida.