¿Quién vino del más allá? la madre de don Giuseppe Tomaselli

En su librito «Nuestros muertos - Casa de todos», escribe el salesiano don Giuseppe Tomaselli: «El 3 de febrero de 1944 murió una anciana, de unos ochenta años. Ella era mi madre. Pude contemplar su cadáver en la capilla del cementerio antes del entierro. Como sacerdote, entonces pensé: ¡Tú, oh mujer, ya que puedo juzgar, nunca has violado seriamente un solo mandamiento de Dios! Y volví a su vida.
En realidad, mi madre fue muy ejemplar ya ella le debo en gran parte mi vocación sacerdotal. Todos los días iba a misa, incluso en la vejez, con la corona de sus hijos. La comunión era diaria. Nunca dejó fuera el Rosario. Caritativo, incluso perdiendo un ojo al realizar un acto de exquisita caridad hacia una pobre mujer. Conforme a la voluntad de Dios, tanto que me pregunté cuando mi padre yacía muerto en la casa: ¿Qué puedo decirle a Jesús en estos momentos para agradarle? - Repito: Señor, hágase tu voluntad - En su lecho de muerte recibió los últimos sacramentos con viva fe. Unas horas antes de expirar, sufriendo demasiado, repite: ¡Oh Jesús, quiero pedirte que disminuyas mis sufrimientos! Pero no quiero oponerme a tus deseos; ¡Haz tu voluntad!… - Así murió aquella mujer que me trajo al mundo. Basándome en el concepto de Justicia Divina, prestando poca atención a los elogios que me pudieran dar mis conocidos y los mismos sacerdotes, intensifiqué los sufragios. Numerosas misas, mucha caridad y, dondequiera que predicaba, exhortaba a los fieles a ofrecer comuniones, oraciones y buenas obras en el sufragio. Dios permitió que apareciera mi madre. Durante dos años y medio mi madre había muerto, apareciendo repentinamente en la habitación, en forma humana. El estaba muy triste.
- ¡Me dejaste en el Purgatorio! ... -
- ¿Has estado en el Purgatorio hasta ahora? -
- ¡Y todavía están ahí! ... Mi alma está rodeada de tinieblas y no puedo ver la Luz, que es Dios ... Estoy en el umbral del Paraíso, cerca de la alegría eterna, y anhelo entrar en él; ¡pero no puedo! Cuántas veces he dicho: Si mis hijos conocieran mi terrible tormento, ¡ah! ¡Cómo vendrían en mi ayuda! ...
- ¿Y por qué no viniste a avisar primero? -
- No estaba en mi poder. -
- ¿Aún no has visto al Señor? -
- Tan pronto como morí, vi a Dios, pero no en toda su luz. -
- ¿Qué podemos hacer para liberarte de inmediato? -
- Solo necesito una misa. Dios me permitió venir y preguntarte. -
- ¡Tan pronto como entres al cielo, vuelve aquí para informarlo! -
- ¡Si el Señor lo permite! ... ¡Qué luz ... qué esplendor! ... -
Diciendo que la visión se desvaneció. Se celebraron dos misas y después de un día reapareció, diciendo: ¡Entré en el cielo! -.