¡Le pedimos a nuestro ángel de la guarda que bendiga nuestro hogar!

Ángel benigno, mi guardián, tutor y maestro, mi guía y defensa, mi más sabio consejero y fiel amigo, te he sido recomendado, por la bondad del Señor, desde el día en que nací hasta la última hora de mi vida. ¡Cuánta reverencia te debo, sabiendo que siempre estás cerca de mí en todas partes!
Con cuánta gratitud tengo que darte las gracias por el amor que me tienes; ¡Qué y cuánta confianza en saber que eres mi asistente y defensor! Santo Ángel, enséñame, corrígeme, protégeme, protégeme y guíame por el camino correcto y seguro a la Santa Ciudad de Dios.
No me permitas hacer cosas que ofendan tu santidad y pureza.
Presentar mis deseos al Señor, ofrecerle mis oraciones, mostrarle mis miserias y obtener para mí la purificación de mi alma por su bondad infinita y la intercesión maternal de María Santísima, tu Reina.
Mire cuando duerma, apóyeme cuando esté cansado, abráceme cuando esté a punto de caerme, levánteme cuando me caiga, muéstreme el camino cuando esté perdido, anímeme cuando pierda el corazón, enciéndame cuando no lo vea, defiéndame cuando esté peleando y especialmente el último día de mi vida, sé mi escudo contra el demonio.
Con tu defensa y tu guía, consigue para mí entrar finalmente en tu morada radiante, donde por toda la eternidad puedo expresar mi gratitud y glorificar contigo al Señor y a la Virgen María, tu y mi Reina. Amén.