Cómo nos ayudan los Ángeles Guardianes sin saberlo

Los ángeles guardianes siempre están a nuestro lado y nos escuchan en todas nuestras aflicciones. Cuando aparecen, pueden tomar diferentes formas: niños, hombres o mujeres, jóvenes, adultos, ancianos, con alas o sin ellas, vestidos como cualquier persona o con una túnica brillante, con una corona de flores o sin ella. No hay forma que no puedan tomar para ayudarnos. A veces pueden aparecer en forma de un animal amigable, como en el caso del perro "Grigio" de San Giovanni Bosco, o del gorrión que llevaba las cartas de Santa Gemma Galgani en la oficina de correos o como el cuervo que traía pan y carne. al profeta Elías en la corriente de Querit (1 Reyes 17, 6 y 19, 5-8).
También pueden presentarse como personas normales y corrientes, como el arcángel Rafael cuando acompañó a Tobías en su viaje, o en formas majestuosas y resplandecientes como guerreros en la batalla. En el Libro de los Macabeos se dice que “cerca de Jerusalén apareció ante ellos un caballero vestido de blanco, armado con una armadura de oro y una lanza. Todos juntos bendijeron al Dios misericordioso y se ensalzaron sintiéndose dispuestos no sólo a atacar a hombres y elefantes, sino también a atravesar muros de hierro ”(2 Mac 11, 8-9). «Cuando estalló una lucha muy dura, cinco hombres espléndidos se aparecieron a los enemigos del cielo sobre caballos con bridas de oro, conduciendo a los judíos. Tomaron a Macabeo en el medio y, reparándolo con sus armaduras, lo hicieron invulnerable; en cambio, lanzaron dardos y rayos contra sus adversarios y éstos, confusos y cegados, se dispersaron en el desorden ”(2 Mac 10, 29-30).
En la vida de Teresa Neumann (1898-1962), la gran mística alemana, se dice que su ángel a menudo asumió su apariencia para aparecer en diferentes lugares para otras personas, como si estuviera en bilocación.
Algo comparable a esto le dice a Lucía en sus "Memorias" sobre Jacinta, ambas videntes de Fátima. En una ocasión, uno de sus primos se había escapado de casa con el dinero robado de sus padres. Cuando desperdició el dinero, como le sucedió al hijo pródigo, vagó hasta que terminó en prisión. Pero logró escapar y en una noche oscura y tormentosa, perdido en las montañas sin saber a dónde ir, se arrodilló para rezar. En ese momento, Jacinta se le apareció (entonces una niña de nueve años) que lo llevó de la mano a la calle para poder ir a la casa de sus padres. Lucía dice: «Le pregunté a Jacinta si lo que decía era cierto, pero ella respondió que ni siquiera sabía dónde estaban esos bosques de pinos y montañas donde se perdió la prima. Ella me dijo: Recé y pedí gracia por él, por compasión por la tía Vittoria ».