Cómo reaccionar ante el mal y aprender a rezar (por el padre Giulio Scozzaro)

CÓMO REACCIONAR AL MAL Y APRENDER A ORAR

La fidelidad a la gracia de Dios es uno de los compromisos espirituales descuidados por muchos cristianos, no existe un conocimiento adecuado del valor de la gracia.

La responsabilidad de los cristianos indiferentes o distraídos por las cosas del mundo es evidente y no deben entristecerse cuando llega el sufrimiento y no tienen la fuerza para soportarlo. No hay alegría ni indiferencia ante el dolor, matar suele ser el comportamiento más natural.

Muchos reaccionan y aprenden a rezar. La gracia de Dios da fruto, el creyente se vuelve más espiritual y abandona el egoísmo.

Recibir la gracia a través de los sacramentos con docilidad significa comprometernos a realizar lo que el Espíritu Santo nos sugiere en el fondo de nuestro corazón: cumplir perfectamente nuestros deberes, ante todo en lo que respecta a nuestros compromisos con Dios; luego se trata de hacer un compromiso decisivo para alcanzar una meta, como la práctica de una determinada virtud o el aguante amable de una oposición que tal vez se prolonga en el tiempo, provocando molestias.

Si rezamos bien y meditamos todos los días en Jesús, el Espíritu Santo actúa en nosotros y nos enseña las orientaciones espirituales más importantes.

Cuanto mayor sea la fidelidad a estas Gracias, más disposición estamos para recibir a los demás, más fácil tendremos para realizar las buenas obras, mayor alegría habrá en nuestra vida, ya que la alegría está siempre en estrecha relación con nuestra correspondencia con Gracia.

LOS PROBLEMAS PARA LOS CREYENTES NACEN CUANDO HACEN TODO EN LA VIDA SIN EL CONOCIMIENTO DEL CAMINO ESPIRITUAL CON BUENAS LECTURAS, SIN COMPARARSE CON EL PADRE ESPIRITUAL Y CUANDO ENCUENTRAN DIFICULTADES QUE NO PUEDEN EXCEDER POR SOLO.

La Gracia de Dios no actúa donde hay un cierre a la Voluntad de Dios.

La docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo se adquiere sólo si el confesor o el Padre espiritual está en marcha un camino de fe. Para llegar allí, es fundamental negarse a uno mismo y estar convencido de que las elecciones muchas veces son erróneas por sí solas, de hecho los ricos - arrogantes y autoritarios - cometen un error moral y viven de caprichos, superficialidades y payasadas.

El Espíritu Santo nos da innumerables gracias para evitar el pecado venial deliberado y esas pequeñas faltas que, aunque no sean pecados reales, desagradan a Dios. Un padre terrenal quiere ver a sus hijos dispuestos a hacer bien sus cosas, por eso la mamá está contenta con la docilidad y obediencia de sus hijos.

DIOS PADRE NOS PIDE FIDELIDAD, CORRESPONDENCIA A SU GRACIA, DE LO CONTRARIO EL CRISTIANO ESTÁ PERDIDO Y PERMANECE SOLO EN LAS DECISIONES DE LA VIDA.

Cuando se pierde la Gracia, es necesario recurrir a la Confesión y este Sacramento revitaliza al creyente y la comunión con Jesús.

Es necesario empezar de nuevo muchas veces en el camino espiritual, sin nunca romperse.
Debe evitarse el desánimo por defectos que no se pueden superar y virtudes que no se pueden adquirir.

La constancia y la constancia son indispensables para corresponder bien a la Voluntad de Dios y vivir felizmente, incluso en medio del sufrimiento.

En el mundo hay mucho sufrimiento y se ha establecido el reino del Mal, domina en todos los sectores, también se envuelve en ropajes sagrados y se enmascara detrás de palabras empaquetadas e hipócritas. No son las palabras que pronuncia o el papel que desempeña en ese momento lo que le da a una persona en particular ese "algo" esencial para manejar un carisma saludable y atractivo.
Más que el rol, es la personalidad la que despierta seguidores, convence a los demás de unirse a un proyecto espiritual, político, agregador, etc.

La personalidad es el conjunto de características psíquicas y modalidades de comportamiento (inclinaciones, intereses, pasiones).

Sólo siguiendo al Señor la persona mejora su condición y alcanza la madurez espiritual y humana, portadora del equilibrio y la prudencia.

Si un cristiano descubre verdaderamente a Jesús y lo imita, sin darse cuenta se convierte cada vez más en Jesús, adquiere el Espíritu y por tanto sus sentimientos, la capacidad de amar incluso a sus enemigos, de perdonar a todos, de pensar bien, de no llegar nunca a un juicio imprudente.

Quien adora a Jesús, asiste a los sacramentos, practica las virtudes y reza bien, el Reino de Dios crece en él y se convierte en una nueva persona.

La explicación de Jesús de la semilla es completa, nos permite comprender la acción de la gracia de Dios en nosotros, y es posible si nos volvemos dóciles.

La semilla crece independientemente de la voluntad del hombre que la sembró, el Reino de Dios se desarrolla en nosotros aunque no lo pensemos.