Comentario sobre la liturgia del 2 de febrero de 2021 por Don Luigi Maria Epicoco

La fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo va acompañada del pasaje del Evangelio que cuenta la historia. La espera de Simeone no nos cuenta simplemente la historia de este hombre, sino que nos cuenta la estructura que es la base de cada hombre y cada mujer. Es una instalación de espera.

A menudo nos definimos a nosotros mismos en relación con nuestras expectativas. Somos nuestras expectativas. Y sin darnos cuenta, la verdadera sustancia de todas nuestras expectativas es siempre Cristo. Él es el verdadero cumplimiento de lo que llevamos en nuestro corazón.

Lo que quizás todos deberíamos intentar hacer es buscar a Cristo reavivando nuestras expectativas. No es fácil encontrarse con Cristo si no tienes expectativas. Una vida que no tiene expectativas es siempre una vida enferma, una vida llena de peso y sensación de muerte. La búsqueda de Cristo coincide con la fuerte conciencia de un renacimiento de una gran expectativa en nuestro corazón. Pero nunca como en el Evangelio de hoy se ha expresado tan bien el tema de la Luz:

"Luz para iluminar a los pueblos y gloria de tu pueblo Israel".

Luz que disipa la oscuridad. Luz que revela el contenido de las tinieblas. Luz que redime a las tinieblas de la dictadura de la confusión y el miedo. Y todo esto se resume en un niño. Jesús tiene una tarea específica en nuestra vida. Tiene la tarea de encender luces donde solo hay oscuridad. Porque solo cuando nombramos nuestros males, nuestros pecados, las cosas que nos asustan, las cosas con las que cojeamos, solo entonces podemos erradicarlos de nuestra vida.

Hoy es la fiesta de la "luz encendida". Hoy debemos tener el valor de detenernos y llamar por nuestro nombre todo lo que está "en contra" de nuestra alegría, todo lo que no nos permite volar alto: relaciones equivocadas, hábitos distorsionados, miedos sedimentados, inseguridades estructuradas, necesidades inconfesadas. Hoy no debemos tener miedo de esta luz, porque sólo después de esta "denuncia" saludable puede comenzar en nuestra vida una "novedad" que la teología llama salvación.