¿Qué pensó Jesús sobre la inmigración?

Los que acogen al extraño entran en la vida eterna.

Cualquiera que se imagine que Jesús no tiene interés en el debate sobre nuestro tratamiento del extraño en nuestras fronteras debe asistir a más estudios bíblicos. Una de sus parábolas más queridas se refiere a un buen samaritano: inoportuno en territorio israelita porque no era "uno de ellos", un descendiente de trasplantes despreciados que no pertenecían. Solo el samaritano muestra compasión por un israelita herido que, si hubiera tenido toda su fuerza, podría haberlo maldecido. Jesús declara al samaritano un verdadero prójimo.

El respeto por el extraño en el evangelio es visible mucho antes. La historia del evangelio de Mateo comienza cuando una tropa de niños de fuera de la ciudad venera a un rey recién nacido mientras las autoridades locales planean matarlo. Desde el comienzo de su ministerio, Jesús cura y enseña a las personas que fluyen hacia él desde Decápolis, 10 ciudades que incluyen nueve en el lado equivocado de la frontera. Los sirios rápidamente confiaron en él. Una mujer sirofenicia con una hija enferma se pelea con Jesús por sanidad y admiración.

En su primera y única enseñanza en Nazaret, Jesús refleja cómo la profecía a menudo encuentra un hogar entre extranjeros como la viuda de Zarefat y Naamán el sirio. Se repite la misma buena palabra, entregada localmente. Como si fuera el momento adecuado, los ciudadanos de Nazaret huyen de la ciudad. Mientras tanto, una mujer samaritana en un pozo se convierte en un apóstol evangélico exitoso. Más tarde, en la crucifixión, un centurión romano es el primero en testificar: "¡Realmente este hombre era el Hijo de Dios!" (Mateo 27:54).

Otro centurión, no simplemente un extranjero sino un enemigo, busca la curación de su siervo y muestra tanta confianza en la autoridad de Jesús que Jesús declara: "En verdad, nadie en Israel ha encontrado tanta fe. Les digo que muchos vendrán del este y del oeste y comerán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos "(Mateo 8: 10–11). Jesús exorciza a los demoníacos de Gadarene y cura a los leprosos samaritanos con la misma inmediatez que los enfermos locales de aflicciones similares.

El resultado final: la compasión divina no se limita a una nación o afiliación religiosa. Así como Jesús no limitará su definición de familia a las relaciones de sangre, tampoco trazará una línea entre su amor y aquellos que lo necesitan, sin importar quiénes sean.

En la parábola del juicio de las naciones, Jesús nunca pregunta: "¿De dónde eres?", Sino solo "¿Qué has hecho?" Los que dan la bienvenida al extraño están entre los que entran en la vida eterna.

El mismo Jesús que recibe al extraño con la misma bienvenida y compasión de sus conciudadanos provoca una demostración aún más ferviente de confianza en su palabra por parte de estos extraños. Descendiente de una larga serie de inmigrantes y refugiados, desde Adán y Eva a través de Abraham, Moisés, hasta María y José obligados a huir a Egipto, Jesús hizo de la hospitalidad hacia el extraño un pilar de su enseñanza y ministerio.