Devoción a la gracia divina: ¡una historia que te acerca al Señor!

No es de extrañar que la gracia divina descansara visiblemente sobre este joven monje celoso que rebosaba del amor de Cristo y que nunca se arrepintió de su obra y sus hechos. Amanecía y la iglesia central todavía estaba cerrada. En un rincón, el monje Nikita esperaba que sonaran las campanas y que abriera la iglesia. Después de él, entró en el nártex el anciano monje Dimas, un ex oficial ruso de unos noventa años; fue un gran asceta y un santo secreto. Al no ver a nadie, el anciano pensó que estaba solo y comenzó a hacer grandes metanoias y rezar frente a las puertas cerradas de la nave.

La gracia divina brotó del venerable viejo Dimas y se derramó sobre la joven Nikita, que estaba lista para recibirla. No se pueden describir los sentimientos que abrumaron al joven. Después de la Santa Liturgia y la Sagrada Comunión, el joven monje Nikita estaba tan feliz que, camino a su ermita, abrió los brazos y gritó en voz alta: “¡Gloria a ti, Dios! ¡Gloria a Ti, Dios! ¡Gloria a Ti, Dios! "

Después de la visita de la gracia divina, hubo un cambio fundamental en las características mentales y físicas del joven monje Nikita. Ese cambio vino de la mano derecha del Altísimo. Se vistió con el poder de arriba y adquirió dones sobrenaturales de gracia. El primer signo de la presencia de los dones de la gracia apareció cuando "vio" a sus mayores desde muy lejos, volviendo de lejos. 

Los "vio" donde estaban, aunque no eran accesibles para el ojo humano. Se lo confesó a su padre, quien le aconsejó tener cuidado y no decírselo a nadie. Nikita siguió estas sugerencias hasta que recibió una orden diferente. Este regalo fue seguido por otros. Sus sentimientos se han vuelto sensibles a un grado incomprensible y los poderes humanos se han desarrollado al extremo.