Devoción a los santos: el pensamiento del Padre Pío hoy 4 de agosto

21. Para que se imite, es necesaria la meditación diaria y la reflexión asidua sobre la vida de Jesús; de meditar y reflexionar viene la estima de sus actos, y de la estima el deseo y la comodidad de la imitación.

22. Al igual que las abejas, que sin dudarlo a veces cruzan las amplias extensiones de campos, para alcanzar el macizo de flores favorito, y luego cansados, pero satisfechos y llenos de polen, regresan al panal para realizar la sabia transformación del néctar de flores en néctar de vida: entonces tú, después de haberlo recogido, mantienes la palabra de Dios cerrada en tu corazón; regrese a la colmena, es decir, medite en ella cuidadosamente, escanee sus elementos, busque su significado profundo. Entonces se te aparecerá en su esplendor luminoso, adquirirá el poder de aniquilar tus inclinaciones naturales hacia la materia, tendrá la virtud de transformarlas en ascensiones puras y sublimes del espíritu, de unir cada vez más tuyo al divino Corazón de tu Señor.

23. Salva almas, siempre rezando.

24. Tenga paciencia para perseverar en este ejercicio sagrado de meditación y contente con comenzar en pequeños pasos, siempre que tenga piernas para correr y mejores alas para volar; contenta con obedecer, lo cual nunca es algo pequeño para un alma, que ha elegido a Dios por su porción y renuncia a ser por ahora una pequeña abeja nido que pronto se convertirá en una gran abeja capaz de fabricar miel.
Siempre humíllate a ti mismo y con amor ante Dios y los hombres, porque Dios realmente habla a aquellos que mantienen sus humildes corazones delante de Él.

25. No puedo creer nada y, por lo tanto, te liberaré de la meditación solo porque no pareces sacar nada de eso. El don sagrado de la oración, mi buena hija, se coloca en la mano derecha del Salvador, y en la medida en que estarás vacío de ti mismo, es decir, del amor al cuerpo y de tu propia voluntad, y que estarás bien enraizado en el santo. humildad, el Señor lo comunicará a tu corazón.

26. La verdadera razón por la que no siempre puedes hacer bien tus meditaciones, lo encuentro en esto y no me equivoco.
Llegas a meditar con cierto tipo de alteración, combinada con una gran ansiedad, para encontrar algún objeto que pueda alegrar y consolar a tu espíritu; y esto es suficiente para que nunca encuentres lo que estás buscando y no pongas tu mente en la verdad que meditas.
Mi hija, sé que cuando uno busca a toda prisa y con avidez una cosa perdida, la tocará con las manos, la verá con los ojos cientos de veces y nunca se dará cuenta.
De esta ansiedad vana e inútil, nada puede derivar de usted, excepto un gran cansancio del espíritu y la imposibilidad de la mente, para detenerse en el objeto que tiene en mente; y de esto, entonces, como por su propia causa, una cierta frialdad y estupidez del alma específicamente en la parte afectiva.
No conozco otro remedio a este respecto que no sea este: salir de esta ansiedad, porque es uno de los mayores traidores que la verdadera virtud y la firme devoción pueden tener; finge calentarse para una buena operación, pero lo hace solo para enfriarse y nos hace correr para hacernos tropezar.