Devoción a los santos: el testamento espiritual de San Gerardo Maiella

Yo, Gerardo Maiella del Santísimo Redentor, me obligo en la vida y después de la muerte a orar eficazmente al Señor para que todos podamos vernos en el Paraíso para disfrutar a Dios por toda la eternidad.

Te aconsejo que elijas al Espíritu Santo como el único consolador y protector de tu vida cristiana.

Que la Inmaculada Virgen María sea su única alegría y su defensor ante Dios, y ahora acepte en su corazón lo que le estoy escribiendo: no tenga miedo de convertirse en santos. Dios te ofrece una oportunidad favorable todos los días.

Para santificarse, es necesario tener a Dios presente en todo lo que dice y hace, y estar siempre unido a Él. A muchos les importa hacer muchas cosas. Sigue mi ejemplo: he tratado de hacer solo la voluntad de Dios. ¡He caminado bajo el agua y bajo el viento!

¡Gran cosa es la voluntad de Dios!

Tesoro escondido e invaluable; vale lo que vale Dios. Ama a Dios mucho. Haz todo por Dios. Ama todo y a todos en Dios. Sufres por amor y por Dios. Tu único maestro es Jesucristo: sírvele por amor y obedécelo siempre. Él te recompensará en abundancia. Se necesita fe para amar a Dios. Quien carece de fe, carece de Dios.

Resuelve vivir y morir mezclado con la fe. Solo Dios puede darte paz. ¿Cuándo satisfizo el mundo al corazón humano? Les puedo asegurar que Dios los ama a todos porque sabe cuánto los respeto. Con todas mis fuerzas te invito a correr en la inmensidad de nuestro querido Dios.

Te bendigo. Te veo en el cielo.

SUPPLICAR A SAN GERARDO

Oh San Gerardo, tú que con tu intercesión, tus gracias y tus favores, has guiado innumerables corazones a Dios; ustedes que han sido elegidos consoladores de los afligidos, alivio de los pobres, médicos de los enfermos; ustedes que hacen llorar de consuelo a sus devotos: escuchen la oración que les dirijo con confianza. Lee en mi corazón y mira cuánto sufro. Lee en mi alma y cúrame, consuélame, consuélame. Tú que conoces mi aflicción, ¿cómo puedes verme sufrir tanto sin acudir en mi ayuda?

Gerardo, ven a mi rescate pronto! Gerardo, asegúrate de que yo también esté en el número de los que aman, alaban y agradecen a Dios contigo. Déjame cantar sus misericordias junto con los que me aman y sufren por mí. ¿Cuánto te cuesta escucharme?

No dejaré de invocarlo hasta que me haya cumplido por completo. Es verdad que no merezco tus gracias, pero escúchame por el amor que traes a Jesús, por el amor que traes a María santísima. Amén.