Devoción al Niño Jesús de Praga por causas desesperadas

ORACIÓN AL BEBÉ JESÚS DE PRAGA

por causas desesperadas

(por el arzobispo Janssens de Nueva Orleans)

¡Oh, Jesús muy amado, que nos amas con ternura y que forma tu mayor placer en vivir entre nosotros, aunque no soy digno de que me veas con amor, también me siento atraído por ti, porque amas perdonar y conceder tu amor!

Muchas gracias y bendiciones se han obtenido de aquellos que te han invocado con confianza, y yo, arrodillado en espíritu ante tu imagen milagrosa de Praga, aquí pongo mi corazón, con todas sus preguntas, sus deseos, sus esperanzas y especialmente (exposición)

Adjunto esta pregunta en su pequeño pero misericordioso Corazón. Gobiername y dispárame a mí y a mis seres queridos como tu santa voluntad te complazca, mientras sé que no ordenas nada que no sea para nuestro bien.

Todopoderoso y amable Niño Jesús, no nos abandones, sino que nos bendigas y nos protejas siempre. Que así sea. (Tres Glorias al Padre).

ORACIÓN AL SANTO NIÑO

para implorar ayuda en las dolorosas circunstancias de la vida

¡Oh esplendor eterno del Padre divino, suspiro y consuelo de los creyentes, Santo Niño Jesús, de la gloria coronada, oh! baja tu mirada de bondad hacia todos aquellos que se vuelven confiadamente hacia ti.

Apunta cuántas calamidades y amarguras, cuántas espinas y dolores entrelazan nuestro exilio. ¡Ten piedad de los que sufren tanto aquí abajo! Ten piedad de los que lloran por alguna desgracia: de los que languidecen y gimen en un lecho de dolor: de los que se hacen una señal de persecución injusta: de las familias sin pan o sin paz: finalmente ten piedad de todos los que, en las diversas pruebas de vida, confiando en ti, imploran tu ayuda divina, tus bendiciones celestiales.

¡Oh Santo Niño Jesús, en ti solo nuestra alma, encuentra el verdadero consuelo! Solo puedes esperar de ti la tranquilidad interior, esa paz que alegra y conforta.

Dirige, oh Jesús, sobre nosotros tu mirada misericordiosa; muéstranos tu sonrisa divina; críe a su rescatador derecho; y luego, por amargas que sean las lágrimas de este exilio, ¡se convertirán en un rocío de consuelo!

Oh Santo Niño Jesús, consuela a cada corazón afligido y danos todas las gracias que necesitamos. Que así sea.