Devoción a los Ángeles: Tres Santos con diferentes experiencias en los Ángeles Guardianes. Aquí están cuales

En los floretes de SAN FRANCESCO leemos que un día apareció un ángel en la logia del conserje para hablar con el hermano Elia.
Pero el orgullo había hecho que fray Elijah no fuera digno de hablar con el ángel. En ese momento San Francisco regresó del bosque, quien reprendió duramente al hermano Elia con estas palabras:
- Te equivocas, orgulloso hermano Elías, al apartarnos de los santos ángeles que vienen a enseñarnos. La verdad, tengo mucho miedo de que este orgullo tuyo acabe sacándote de nuestra Orden "
Y así sucedió, como había predicho San Francisco, ya que fray Elia murió fuera de la Orden.
Ese mismo día y a la misma hora en que el ángel salía del monasterio, el mismo ángel se le apareció de la misma manera a fray Bernardo que volvía de Santiago y se encontraba en la ribera de un gran río. Lo saludó en su propio idioma:
- ¡Dios te dé la paz, mi buen fraile!
Fra Bernardo no pudo contener su asombro al ver la gracia de este joven de aspecto alegre y escucharlo hablar en su idioma con un saludo de paz.
- ¿De dónde eres, buen joven? Preguntó Bernardo.
- Vengo de la casa donde se encuentra San Francisco. Fui a hablar con él; pero no pude, porque estaba en el bosque absorto en la contemplación de las cosas divinas. Y no quería molestarlo. En la misma casa se encuentran los frailes Maseo, Gil y Elia.
Entonces el ángel le dijo a fray Bernardo:
- ¿Por qué no pasas al otro lado?
- Tengo miedo, porque veo que el agua es muy profunda.
- Pasemos juntos, no tengas miedo - dijo el ángel.
Y tomándolo de la mano, en un instante equivalente a un abrir y cerrar de ojos, lo llevó al otro lado del río. Entonces fray Bernardo se dio cuenta de que se trataba de un ángel de Dios y exclamó con candor y alegría:
- Oh bendito ángel de Dios, dime ¿cuál es tu nombre?
- ¿Por qué me preguntas mi nombre, que es maravilloso? "
Dicho esto, desapareció, dejando a fray Bernardo tan lleno de consuelo que hizo todo el camino lleno de alegría (19).

De SANTA ROSA DE LIMA (1586-1617), se dice que a veces enviaba a su ángel a hacer sus recados, y él los cumplía fielmente. Un día su madre estaba enferma y Santa Rosa fue a visitarla.
Su madre, al verla un poco "agotada", ordenó a un empleado negro que fuera a comprar un royal de chocolate y medio royal de azúcar para dárselo a su hija. Pero Rosa le dijo: "No, mamá mía, no le des este dinero: sería en vano, porque Donna Maria de Uzátegui me enviará estas cosas".
Pronto se oyó un golpe en la puerta que daba a la calle, pues ya era muy tarde. Fueron a abrir la puerta y entró un criado negro de Donna Maria de Uzátegui con una taza de chocolate y se la entregó dicha señora ...
De lo sucedido, admiró este testimonio y cortésmente le preguntó a su hija Rosa: - ¿Cómo sabías que te enviarían ese chocolate?
Ella respondió: Mira, madre mía, cuando hay una necesidad tan urgente como esta que tengo ahora, como bien lo sabía Vuestra Gracia, basta con decírselo al ángel de la guarda; también lo hizo mi ángel de la guarda, como lo hizo en varias otras ocasiones ”.
De esto este testigo se asombró y se asustó al ver lo que había sucedido. Esto es cierto y declara ante dicho juez y bajo dicho juramento que así es, y lo firmaron ambos, el bachiller Luis Fajardo María de Oliv, frente a mí, Jaime Blanco, notario público (21).

SANTA MARGHERITA MARIA DI ALACOQUE relata: Una vez, mientras realizaba el trabajo tradicional de cardado de lana, me retiré a un pequeño patio junto al tabernáculo del Santísimo Sacramento, donde, trabajando de rodillas, me sentí en un instante totalmente recogido por dentro. exteriormente y de repente se me apareció el adorable Corazón de mi adorable Jesús, más brillante que el sol. Estaba rodeado por las llamas de su puro amor, rodeado por los serafines que cantaban en un admirable coro: "El amor triunfa, el amor se alegra, la alegría se extiende, su Corazón".
Estos benditos espíritus me invitaron a unirme a ellos en la alabanza del Sagrado Corazón diciéndome que habían venido a acompañarme con la intención de rendirle un continuo homenaje de amor, adoración y alabanza y para ello ocuparían mi lugar ante el Santísimo Sacramento para que yo pudiera, a través de ellos, amarlo sin descanso y ellos, a su vez, participen de mi amor sufriendo en mi persona como yo hubiera disfrutado en la de ellos.
Al mismo tiempo, firmaron este vínculo en el Sagrado Corazón de Jesús con letras de oro y con los indelebles caracteres del amor (24).