Devoción a los santos: el pensamiento del Padre Pío hoy 24 de noviembre

La verdadera razón por la que no siempre puedes hacer bien tus meditaciones, lo encuentro en esto y no me equivoco.
Llegas a meditar con cierto tipo de alteración, combinada con una gran ansiedad, para encontrar algún objeto que pueda alegrar y consolar a tu espíritu; y esto es suficiente para que nunca encuentres lo que estás buscando y no pongas tu mente en la verdad que meditas.
Mi hija, sé que cuando uno busca a toda prisa y con avidez una cosa perdida, la tocará con las manos, la verá con los ojos cientos de veces y nunca se dará cuenta.
De esta ansiedad vana e inútil, nada puede derivar de usted, excepto un gran cansancio del espíritu y la imposibilidad de la mente, para detenerse en el objeto que tiene en mente; y de esto, entonces, como por su propia causa, una cierta frialdad y estupidez del alma específicamente en la parte afectiva.
No conozco otro remedio a este respecto que no sea este: salir de esta ansiedad, porque es uno de los mayores traidores que la verdadera virtud y la firme devoción pueden tener; finge calentarse para una buena operación, pero lo hace solo para enfriarse y nos hace correr para hacernos tropezar.

Un caballero de Foggia tenía sesenta y dos años en 1919 y caminaba apoyándose con dos palos. Se había roto las piernas cuando se cayó del coche y los médicos no pudieron curarlo. Después de confesar, el Padre Pío le dijo: "Levántate y vete, tienes que tirar estos palos". El hombre obedeció la maravilla de todos.

Un evento sensacional que agitó toda el área de Foggia le sucedió al hombre en 1919. El hombre en ese momento solo tenía catorce años. A los cuatro años de edad, sufriendo de tifus, había sido víctima de una forma de raquitismo que había deformado su cuerpo causándole dos jorobas llamativas. Un día, el Padre Pío lo confesó y luego lo tocó con sus manos estigmatizadas y el niño se levantó del rodillazo tan recto como nunca lo había estado.