Devoción a la Virgen asunta al cielo y súplica que se pronunciará hoy 15 de agosto

Oh Virgen Inmaculada, madre de Dios y madre de los hombres, creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu asunción triunfal en cuerpo y alma al cielo, donde eres aclamada reina por todos los coros de ángeles y por todas las filas de los santos; y nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y ofrecerte el anhelo de nuestra devoción y nuestro amor.

Sabemos que tu mirada, que acarició maternalmente la humanidad humilde y sufriente de Jesús en la tierra, se satisface en el cielo al contemplar la humanidad gloriosa de la Sabiduría increada, y que la alegría de tu alma al contemplar el rostro adorable Trinidad hace que tu corazón salte con beatificante ternura; y nosotros, pobres pecadores, os imploramos que purifiquemos nuestros sentidos, para que aprendamos, desde aquí abajo, a gustar a Dios, sólo a Dios, en el encanto de las criaturas.

Confiamos en que tu mirada misericordiosa se posará sobre nuestras miserias y nuestros sufrimientos, sobre nuestras luchas y nuestras debilidades: que los labios sonrían ante nuestras alegrías y nuestras victorias, que oigas la voz de Jesús que te habla de cada uno de nosotros, como de su discípulo amado: "He ahí tu hijo"; y nosotros, que te invocamos como madre nuestra, te llevamos, como Juan, para guiar, fortaleza y consuelo de nuestra vida.

Tenemos la vivificante certeza de que tus ojos, que lloraron sobre la tierra regada por la sangre de Jesús, todavía se vuelven hacia este mundo presa de guerras, persecuciones, opresión de justos y débiles; y nosotros, en la oscuridad de este valle de lágrimas, esperamos de tu luz celestial y de tu dulce piedad el alivio de los dolores de nuestro corazón, de las pruebas de la Iglesia y de nuestra patria.

Finalmente, creemos que en la gloria, donde reinas vestido de sol y coronado de estrellas, eres, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los ángeles y todos los santos; y nosotros, desde esta tierra por donde pasamos peregrinos, consolados por la fe en la futura resurrección, miramos hacia ti, nuestra vida, nuestra dulzura, nuestra esperanza: atraenos con la dulzura de tu voz, para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, Jesús, fruto bendito de tu vientre, oh misericordioso, oh piadoso, oh dulce Virgen María.

Oh María, subida al cielo en cuerpo y alma, ruega por nosotros que acudimos a ti.