Devoción del día: el pérfido amigo de mi propio amor

Es un amigo malvado. Nadie puede prohibirnos un amor regulado a nosotros mismos, que nos mueva a amar la vida ya adornarnos de virtudes; pero el amor propio no está regulado y se vuelve egoísta cuando nos hace pensar solo en nosotros mismos, solo nos amamos y anhelamos que los demás se interesen por nosotros. Si hablamos, queremos ser escuchados; si sufrimos, lo sentimos; si trabajamos, alabanos; no queremos resistirnos, contradecirnos, repugnarnos. ¿En este espejo no te reconoces?

Irregularidades del amor propio. ¡Cuántos defectos surgen de este vicio! ¡Por el menor pretexto, uno se vuelve indiferente, se levanta contra los demás y les hace cargar con el peso de su mal humor! ¿Dónde surgen los caprichos, las impaciencias, los resentimientos, las aversiones? Del amor propio. ¿De dónde viene la melancolía, la desconfianza, la desesperación? Del amor propio. ¿De dónde proceden los murmullos de las ansiedades? Del amor propio. Si lo ganáramos, ¡cuánto menos daño haríamos!

Corrompe el bien hecho. ¡El veneno del amor propio de cuántas buenas obras nos roba el crédito! La vanidad, la complacencia, la satisfacción natural que se busca allí, secuestra el mérito, en todo o en parte. ¡Cuántas oraciones, limosnas, comuniones, sacrificios, quedarán infructuosas, porque se originan o van acompañadas del amor propio! ¡Dondequiera que se mezcle, se estropee y se corrompa! ¿No harás todo lo posible por ahuyentarlo? ¿No lo mantendrás como tu enemigo?

PRÁCTICA. - Ama tu bien con regularidad, es decir, como Dios quiere y siempre que no perjudique los derechos del prójimo.