Devoción del día: contrición, el paso hacia el perdón

Como debería ser. Con tus pecados ofendes a Dios, que es un Padre infinitamente bueno; ofende a Jesús que, por tu bien, derramó Su Sangre hasta la última gota. Entonces, ¿puedes pensar en ello, sin sentir pena, dolor, arrepentimiento, sin detestar tu culpa, sin proponer no volver a cometerla? Pero Dios es el Bien Supremo, el pecado es el mal supremo; el dolor debe ser proporcionado; por tanto, debe ser supremo. ¿Es tal tu dolor? ¿Te aflige más que cualquier otro mal?

Signos de verdadera contrición. Los verdaderos signos no son las lágrimas de Magdalena, el desmayo de Gonzaga: cosas deseables pero innecesarias. El horror del pecado y el miedo a cometerlo; el dolor de haber merecido el infierno; una preocupación secreta por la pérdida de Dios y su gracia; la solicitud de encontrarlo en la Confesión; ardor por utilizar los medios convenientes para preservarlo, y fuerte coraje para vencer los impedimentos para permanecer fiel: estos son los signos de la verdadera contrición.

Contrición necesaria para la confesión. Sería un ultraje para Jesús exponerle los pecados, sin el dolor de haberlos cometido; ¿Qué padre perdonaría al hijo que se acusa, pero con indiferencia y sin intención de enmendarse? Sin contrición no es nada, la confesión es un sacrilegio. ¿Lo piensas cuando te confiesas? ¿Despiertas el dolor en ti tanto como puedes? ¿No se preocupa más por la exactitud del examen que por la viveza del arrepentimiento?

PRÁCTICA. - Haz algún acto de contrición; deténgase en esas palabras: no quiero comprometerme más en el futuro.