Devoción del día: la esperanza del cielo

La esperanza del cielo. En medio de tribulaciones, de continuas miserias, es como un dulce y dulce rayo de sol después de la lluvia, la idea de que allá arriba el Padre Celestial nos espera en su espléndida morada, para enjugarnos él mismo de las lágrimas, para aliviarnos todas las preocupaciones, para pagarnos generosamente con cada pequeño dolor, sufrido por él, y coronar nuestras más pequeñas virtudes con una bendita Eternidad. Tú también, si quieres, puedes llegar allí ...

Posesión del paraíso. Tan pronto como entre al cielo, seré feliz ... ¡Qué pensamiento! Ahora anhelo la felicidad, corro tras ella y nunca la consigo; en el Cielo lo tendré perfecto, y por toda la eternidad ... ¡Qué alegría! En compañía de tantos santos, semejante a un ángel, en presencia de María, de Jesús triunfante, veré a Dios en su soberana grandeza y belleza; Lo amaré, lo poseeré con sus tesoros, seré parte de su propia felicidad ... ¡Qué gloria! Quiero llegar a cualquier precio.

El cielo está en nuestras manos. El Señor no crea a nadie para condenarlo: quiere que todos se salven, dice San Pablo; la vida y la muerte eterna fueron puestas en mis manos; si quieres, dice San Agustín, el cielo es tuyo. No se compra con dinero, no con ciencia, no con honores; pero con la voluntad, acompañada de buenas obras. Todos los que quisieron, todos lo consiguieron. ¿Y lo quieres con sinceridad y franqueza? ¿Crees que tus obras son para el cielo? Piensa y resuelve.

PRÁCTICA. - Recitar una Salve Regina a la Virgen y tres Pater a todos los Santos, para obtener el Cielo.