Devoción del día: maternidad de la Virgen María

Alegrémonos con María. María es la verdadera Madre de Dios ¡Qué pensamiento! ¡Qué misterio! ¡Qué grandeza para María! Ella no es la madre de un rey, sino del Rey de reyes; no manda al sol, sino al Creador del sol, del mundo, del universo… Todo obedece a Dios; sin embargo, Jesús el Hombre obedece a una Mujer, a una Madre, a María ... Dios no le debe nada a nadie; sin embargo, Jesús Dios debe, como Hijo, gratitud a María que lo alimentó… Se regocija por este inefable privilegio de María.

Confiamos en María. Aunque María es tan sublime que todo es divino, Jesús te la dio como madre; y ella te recibió como a un hijo muy querido en su seno. Jesús llamó a su madre y se comportó con ella con toda familiaridad; tú también puedes decirle con razón: Madre mía, puedes confiarle tus dolores, puedes quedarte con ella en santas pláticas, segura de que te escucha, te ama y piensa en ti ... ¡Oh Madre querida, cómo no confiar en ti!

Amamos a Maria. María, como madre muy vigilante, ¿qué no hace por la salud de tu cuerpo y tu alma? Recuerdas bien las gracias recibidas, las oraciones contestadas, las lágrimas claras, los consuelos obtenidos a través de ella; injusto, tibio, pecador, nunca te abandonó, nunca te abandonará. ¿Cómo le agradeces? ¿Cuándo le rezas? ¿Cómo la consuela? Ella te pide la huida del pecado y la práctica de la virtud: ¿la obedeces?

PRÁCTICA. - Recitar la Letanía de la Santísima Virgen.