Devoción del día: volver a Dios como hijo pródigo

Salida del hijo pródigo. ¡Qué ingratitud, qué orgullo, qué arrogancia hace alarde de este hijo al presentarse frente a su padre y decir: dame mi parte, quiero irme, quiero disfrutarlo !, ¿no es ese tu retrato? Después de tantos beneficios de Dios, ¿no dices también: quiero mi libertad, quiero hacerlo a mi manera, quiero pecar? ... Un día estabas practicando, bien, con paz en tu corazón; quizás un falso amigo, una pasión te invitó al mal: y dejaste a Dios… ¿Quizás eres más feliz ahora? ¡Qué ingrato e infeliz!

Desilusión del hijo pródigo. La copa del placer, del capricho, del derramamiento de pasiones, tiene miel al borde, ¡básicamente amargura y veneno! El hijo pródigo, pobre reducido y hambriento, demostró ser el guardián de animales inmundos. ¿No lo sientes tú también, después del pecado, después de la impureza, después de la venganza, e incluso después del pecado venial deliberado? ¡Qué agitación, qué decepción, qué remordimiento! ¡Sin embargo, continúa pecando!

Regreso del hijo pródigo. ¿Quién es este padre que espera al pródigo, que corre a su encuentro, lo abraza, lo perdona y se alegra con gran celebración por el regreso de un hijo tan ingrato? Es Dios, siempre bueno, misericordioso, que olvida sus derechos mientras volvamos a él; quien en un instante cancela tus pecados, aunque innumerables, te adorna con su gracia, te alimenta de su carne… ¿No confiarás en tanta bondad? Aférrate al Corazón de Dios y nunca más te apartes de él.

PRÁCTICA. - Repetir a lo largo del día: Jesús mío, misericordia.