Dos oraciones a Nuestra Señora que nos hacen obtener protección y toda gracia.

Oh María, mi Madre más amable, hoy te ofrezco a tu hijo, y consagro para siempre a tu Inmaculado Corazón todo lo que queda de mi vida, mi cuerpo con todas sus miserias, mi alma con todas sus debilidades, el mi corazón con todos sus afectos y deseos, todas las oraciones, trabajos, amores, sufrimientos y luchas, especialmente mi muerte con todo lo que lo acompañará, mis dolores extremos y mi última agonía.

¡Todo esto, Madre mía, lo uní para siempre e irrevocablemente a Tu amor, a Tus lágrimas, a Tus sufrimientos! Mi más dulce madre, recuerda a este hijo tuyo y la consagración que hace de sí mismo a tu Inmaculado Corazón, y si yo, abrumado por la desesperación y la tristeza, por los disturbios o la angustia, a veces te olvidaría, entonces, Madre mía, te pido y te ruego, por el amor que traes a Jesús, por sus heridas y por su sangre, para protegerme como tu hijo y no abandonarme hasta que esté contigo en la gloria. Amén.

Santísima Virgen y nuestra Madre, al mostrar tu Corazón rodeado de espinas, un símbolo de blasfemias e ingratitud con el que los hombres pagan las sutilezas de tu amor, pediste consolarte y repararte. De niños queremos amarte y consolarte siempre, pero especialmente después de tus lamentaciones maternas, queremos reparar tu Corazón Triste e Inmaculado para que el mal de los hombres duela con las espinas espinosas de sus pecados. En particular, queremos reparar las blasfemias pronunciadas contra su Inmaculada Concepción y su Santísima Virginidad. Desafortunadamente, muchos niegan que eres Madre de Dios y no quieren aceptarte como la tierna Madre de los hombres. Otros, al no poder indignarlos directamente, descargan su ira satánica profanando sus Imágenes Sagradas y no faltan aquellos que intentan inculcar en sus corazones, especialmente niños inocentes que son tan queridos por ustedes, la indiferencia, el desprecio e incluso el odio contra de ti. Santísima Virgen, postrada a tus pies, expresamos nuestro dolor y prometemos reparar, con nuestros sacrificios, comuniones y oraciones, muchos pecados y ofensas de estos ingratos hijos tuyos. Reconociendo que nosotros tampoco siempre respondemos a sus predilecciones, ni los amamos y honramos lo suficiente como nuestra Madre, imploramos perdón misericordioso por nuestros defectos y frialdad. Santa Madre, todavía queremos pedirte compasión, protección y bendiciones para los activistas ateos y enemigos de la Iglesia. Llévalos a la verdadera Iglesia, redil de salvación, como prometiste en tus apariciones en Fátima.

Para aquellos que son sus hijos, para todas las familias y para nosotros en particular que se consagran por completo a su Inmaculado Corazón, sean refugio en la angustia y las tentaciones de la Vida; Ser una forma de llegar a Dios, la única fuente de paz y alegría. Amén. Hola regina ..