El pensamiento del Padre Pío: hoy 23 de noviembre

Comencemos hoy, hermanos, a hacer el bien, porque hasta ahora no hemos hecho nada ». Estas palabras, que el padre seráfico San Francisco se aplicó en su humildad, hagámoslas nuestras al comienzo de este nuevo año. Realmente no hemos hecho nada hasta la fecha o, si nada más, muy poco; los años se han seguido en ascenso y escenario sin que nos preguntemos cómo los usamos; si no había nada que reparar, agregar, quitar en nuestra conducta. Vivimos inesperadamente como si un día el juez eterno no nos llamara y nos pidiera una cuenta de nuestro trabajo, cómo pasamos nuestro tiempo.
Sin embargo, cada minuto tendremos que dar una cuenta muy cercana, de cada movimiento de gracia, de cada inspiración sagrada, de cada ocasión que nos presentamos para hacer el bien. Se tomará en consideración la más leve transgresión de la santa ley de Dios.

Sra. Cleonice - La hija espiritual del Padre Pío dijo: - “Durante la última guerra, mi sobrino fue hecho prisionero. No recibimos noticias por un año. Todos lo creyeron muerto. Los padres se volvieron locos de dolor. Un día, la madre se arrojó a los pies del Padre Pío, que estaba en el confesionario, dime si mi hijo está vivo. No FOTO15.jpg (4797 byte) Me quito los pies si no me lo dices. - Padre Pio se conmovió y con lágrimas en la cara, dijo - "Levántate y vete en silencio". Unos días después, mi corazón, incapaz de soportar el sincero grito de los padres, decidí pedirle al Padre un milagro, lleno de fe, le dije: "Padre, le escribo una carta a mi sobrino Giovannino, con el único nombre, no sabiendo a dónde dirigirlo. Tú y tu Ángel Guardián la llevan a donde está. Padre Pio no respondió, escribí la carta y la puse en la mesilla de noche antes de irme a la cama. A la mañana siguiente, para mi sorpresa, asombro y casi miedo, vi que la carta había desaparecido. Me conmovió agradecer al Padre que me dijo: "Gracias a la Virgen". Después de unos quince días en la familia lloramos de alegría, agradecimos a Dios y al Padre Pío: la carta de respuesta a mi carta había llegado del que se creía muerto.