Experiencia mística de San Francisco con el ángel guardián

San Francisco, todavía joven, abandonó las comodidades de la vida, se despojó de todos los bienes y abrazó el camino del sufrimiento, únicamente por el amor de Jesús Crucificado. Detrás de su ejemplo, otros hombres abandonaron la alegre vida y se convirtieron en sus compañeros en el apostolado.

Jesús lo enriqueció con dones espirituales y le dio una gracia que no había hecho a nadie más en siglos anteriores. Quería hacerlo similar a él mismo, dándole las cinco heridas. Este hecho pasó a la historia con el nombre de "Impresión de los estigmas".

San Francisco, dos años antes de morir, se había ido al Monte Verna, comenzando el riguroso ayuno, que duraría cuarenta días. Así, el Santo quería honrar al Príncipe de la Milicia Celestial, San Miguel Arcángel. Una mañana, mientras oraba, vio a un serafín descender del cielo, que tenía seis alas brillantes y ardientes. El santo miró al ángel que descendía con un vuelo radiante y lo tuvo cerca, se dio cuenta de que además de ser alado también fue crucificado, es decir, tenía los brazos extendidos y las manos perforadas con clavos, así como los pies; las alas estaban dispuestas de manera extraña: dos apuntaban hacia arriba, dos estiradas como para volar y dos rodeaban el cuerpo, como para velarlo.

San Francisco contempló a los serafines, sintiendo una gran alegría espiritual, pero se preguntó por qué un ángel, espíritu puro, podría sufrir los dolores de la crucifixión. Serafín le hizo comprender que había sido enviado por Dios para significar que debería haber tenido el martirio de amor en forma de Jesús Crucificado.

El ángel desapareció; San Francisco vio que habían aparecido cinco heridas en su cuerpo: sus manos y pies fueron perforados y derramaron sangre, así como el costado estaba abierto y la sangre que salió empapó la túnica y las caderas. Por humildad, al Santo le hubiera gustado esconder el gran regalo, pero como era imposible, regresó a la voluntad de Dios. Las heridas permanecieron abiertas durante dos años más, hasta la muerte. Después de San Francisco, otros recibieron los estigmas. Entre ellos está P. Pio de Pietrelcina, Cappuccino.

Los estigmas traen un gran dolor; Sin embargo, son un regalo muy especial de la Divinidad. El dolor es un regalo de Dios, porque con él estás más separado del mundo, te ves obligado a recurrir al Señor con oración, descartas los pecados, atraes la gracia para ti y para los demás y ganas mérito para el Paraíso. Los santos sabían evaluar el sufrimiento. Suerte ellos!