El poderoso primer paso para ofrecer perdón

Pedir perdón
El pecado puede suceder abierta o secretamente. Pero cuando no se confiesa, se convierte en una carga cada vez mayor. Nuestra conciencia nos atrae. La transgresión cae sobre nuestras almas y mentes. No podemos dormir Encontramos poca alegría. Incluso podemos enfermarnos por la presión implacable.

El sobreviviente del Holocausto y autor Simon Wiesenthal en su libro, The Sunflower: sobre las posibilidades y los límites del perdón, cuenta su historia de estar en un campo de concentración nazi. En un momento, lo sacaron del detalle del trabajo y lo llevaron al lado de la cama de un miembro moribundo de las SS.

El oficial había cometido crímenes horribles, incluido el asesinato de una familia con un niño pequeño. Ahora en su lecho de muerte, el oficial nazi fue atormentado por sus crímenes y quería confesar y, si es posible, recibir el perdón de un judío. Wiesenthal salió de la habitación en silencio. No ofreció perdón. Años más tarde, se preguntó si había hecho lo correcto.

No necesitamos haber cometido crímenes contra la humanidad para sentir la necesidad de confesar y ser perdonados. Muchos de nosotros somos más como Wiesenthal, preguntándonos si deberíamos haber retenido el perdón. Todos tenemos algo en nuestra vida que perturba nuestra conciencia.

El camino para ofrecer el perdón comienza con la confesión: revelar el dolor al que nos hemos aferrado y buscar la reconciliación. La confesión puede ser una prueba para muchos. Incluso el rey David, un hombre del corazón de Dios, no estaba exento de esta lucha. Pero una vez que esté listo para confesar, ore y pida el perdón de Dios. Hable con su pastor o sacerdote o un amigo de confianza, tal vez incluso con la persona que le guarda rencor.

Perdonar no significa que debes permitir que las personas te traten mal. Simplemente significa liberar amargura o enojo por la lesión que otra persona te causó.

El salmista escribió: "Cuando estaba en silencio, mis huesos desperdiciaban mi gemido todo el día". La agonía del pecado no confundido consumió su mente, su cuerpo y su espíritu. El perdón era lo único que podía traer curación y restaurar su alegría. Sin confesión no hay perdón.

¿Por qué es tan difícil perdonar? El orgullo a menudo se interpone en el camino. Queremos mantener el control y no mostrar signos de vulnerabilidad y debilidad.

Decir "lo siento" no siempre se practicaba cuando eras mayor. Ninguno de los dos dijo "Te perdono". Tomaste tus lamidas y seguiste adelante. Incluso hoy, expresar nuestras fallas humanas más profundas y perdonar las fallas de los demás no es la norma cultural.

Pero hasta que confesemos nuestros fracasos y abramos nuestros corazones al perdón, nos estamos privando de la plenitud de la gracia de Dios.