¿Es inminente una venida del Señor? El padre Amorth responde

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Las Escrituras nos hablan claramente acerca de la primera venida histórica de Jesús, cuando el Espíritu Santo lo encarna en el vientre de la Virgen María; Él enseñó, murió por nosotros, resucitó de los muertos y finalmente ascendió al Cielo. La Escritura CL también habla de una segunda venida de Jesús, cuando regrese a la gloria, para el juicio final. No nos habla de tiempos intermedios, incluso si el Señor nos ha asegurado que siempre nos quedemos con nosotros.

Entre los documentos del Vaticano, me gustaría recordarles el importante resumen contenido en n. 4 del "Dei Verbum". Podemos expresarlo en algunos conceptos: Dios nos habló primero a través de los Profetas (Antiguo Testamento), luego a través del Hijo (Nuevo Testamento) y nos envió el Espíritu Santo, quien completa la encuesta. "No se espera ninguna otra encuesta pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo".

En este punto debemos reconocer que, con respecto a la segunda venida de Cristo, Dios no nos ha revelado los tiempos, sino que los ha reservado para sí mismo. Y debemos reconocer que, tanto en los Evangelios como en el Apocalipsis, el lenguaje utilizado debe interpretarse sobre la base de ese género literario que se llama precisamente "apocalíptico" (es decir, también da lugar a hechos inminentes que históricamente ocurrirán incluso en miles de años, porque ve presente en el espíritu —ndr—). Y, si San Pedro nos dice expresamente que para el Señor "un día es como mil años" (2Pt 3,8), no podemos deducir nada acerca de los tiempos.

También es cierto que los propósitos prácticos del lenguaje utilizado son claros: la necesidad de vigilancia, estar siempre preparado; La urgencia de la conversión y la expectativa confiada. Para subrayar, por un lado, la necesidad de estar "siempre listo" y, por otro lado, la confidencialidad del momento de la parusía (es decir, de la segunda venida de Cristo), en los Evangelios (cf. Mt 24,3) encontramos dos hechos mezclados: uno cercano (la destrucción de Jerusalén) y una de madurez desconocida (el fin del mundo). Encuentro que incluso en nuestra vida individual hay algo similar si pensamos en dos hechos: nuestra muerte personal y Parousia.

Por lo tanto, tenemos cuidado cuando escuchamos mensajes privados o interpretaciones particulares que se refieren a nosotros. El Señor nunca habla para asustarnos, sino para volver a llamarnos. Y nunca habla para satisfacer nuestras curiosidades, sino para empujarnos hacia un cambio de vida. En cambio, los hombres tenemos sed de curiosidad más que de conversión. Es por esta razón que nos deslumbramos, que buscamos novedades inminentes, como ya lo hicieron los tesalonicenses (1 cap. 5; 2 c. 3) en la época de San Pablo.
"Aquí llego temprano - Maranathà (es decir: Ven, Señor Jesús)" termina así el Apocalipsis, resumiendo la actitud que debe tener el cristiano. Es una actitud de expectativa confiada al ofrecer la actividad a Dios; y una actitud de disposición continua para acoger al Señor, siempre que venga.
don gabriele amorth