Devoción inquebrantable a Jesucristo: ¡por qué amarlo!

Conversión al Señor comienza con una devoción inquebrantable a Dios, después de lo cual esa devoción se convierte en una parte importante de nuestra vida. La firme afirmación de tal devoción es un proceso de toda la vida en nuestra vida que requiere paciencia y arrepentimiento continuo. Con el tiempo, esa devoción se convierte en una parte importante de nuestra vida, incorporada a nuestra autoconciencia, a nuestras vidas para siempre. Así como nunca olvidamos nuestro nombre, pensemos lo que pensemos, nunca olvidamos la devoción que hay en nuestro corazón. 

Dios nos invita a dejar nuestros viejos caminos completamente fuera de nuestro alcance, para comenzar una nueva vida en Cristo. Esto sucede cuando desarrollamos la fe, que comienza con escuchar el testimonio de aquellos que tienen fe. La fe se profundiza a medida que actuamos de maneras que están más firmemente arraigadas en Él. 

 La única forma de que una persona crezca en la fe es actuar con fe. Estas acciones a menudo son motivadas por invitaciones de otros, pero no podemos "aumentar" la fe de otros o depender completamente de otros para promover la nuestra. Para aumentar nuestra fe, debemos elegir actividades como la oración, el estudio de las Escrituras, probar los sacramentos y guardar los mandamientos.

Como el nuestro la fe en Jesucristo crece, Dios nos invita a hacerle promesas. Estos pactos, como se llama a las promesas, son manifestaciones de nuestra conversión. Las alianzas también proporcionan una base sólida para un progreso cuidadoso. Cuando elegimos ser bautizados, comenzamos a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y elegimos identificarnos con él. Juramos volvernos como él.

Los convenios nos anclan al Salvador, impulsándonos hacia adelante en el camino hacia nuestro hogar celestial. El poder del pacto nos ayuda a mantener un gran cambio de corazón, a profundizar nuestra conversión al Señor, a recibir plenamente la imagen de Cristo en nuestro rostro. Nuestro compromiso de guardar los convenios no debe estar condicionado ni ser diferente de las circunstancias cambiantes de nuestra vida. Nuestra firmeza en Dios debe ser confiable.