La novena al Espíritu Santo comienza hoy en el mes dedicado a él.

Espíritu Santo, regalo de Dios para mi alma, estoy sorprendido por la emoción y la admiración, pensando en ti. No encuentro nada que pueda decir la felicidad íntima que siento al saber que eres mi dulce huésped y la vida divina en mí. Como las aguas que inundan, el alma está abrumada por la quietud, el amor, la sabrosa contemplación de ti. Me sorprende tanta dignidad; Pienso en tu belleza, maravillosa más allá de decir e imaginar; Pienso en tu inagotable riqueza de gracia, dones, virtudes, frutos y bienaventuranzas. Pienso en tu tierna amabilidad, que te empuja a vivir en mí. Tienes todo, puedes todo, quieres darme todo. Estoy en un estado de admiración emocional, a pesar de mi miseria, que me convierte en el último de la tierra. Te bendigo, te adoro, te agradezco, te pido todo. Dame todo, Espíritu Santo.

Gloria al Padre y al Hijo ...

Espíritu del Señor y donante celestial con la más profunda humildad, pero también con toda la fuerza de mis ardientes deseos, te pido que me des tus santos dones, especialmente la sabiduría y la piedad. Incrementa estos dones en mí hasta su completo desarrollo para que mi alma pueda ser dócil y obediente a ti, maestro interno, y viviré habitualmente de tus dones y en la contemplación íntima y dulce de ti y de toda la Trinidad.

Gloria al Padre y al Hijo ...

Espíritu Santo, maestro interno y santificador, te pido, con insistencia incansable, que quieras instruir mi intelecto sobre toda la verdad y hablar a mi corazón, que quieras santificarme, cuidando mi alma como cuidabas la de Nuestra Señora, su novia inmaculada, mártires y santos. Ansío la santidad: no para mí, sino para darte gloria, maestro de maestros, gloria para la Trinidad, esplendor para la Iglesia, ejemplo para las almas. No hay mejor manera de ser verdaderos apóstoles que ser santos, porque, aparte de la santidad, se concluye muy poco. Espíritu Santo escucha mi oración y concede mis deseos ardientes.

Gloria al Padre y al Hijo ...

Espíritu Santo, verdad y luz bendecida, siento una profunda amargura al descubrir que la mayoría de nosotros somos casi completamente desconocidos u olvidados. Nunca pensamos en ti, distraídos como lo estamos por tantas preocupaciones, absortos por el espíritu del mundo, descuidados y descuidados de tu preocupación y delicadeza. ¡Qué ingratitud! Gran parte de esta falla es nuestra, que no vivimos esta verdad y que casi nunca hablamos a las almas. Bienvenido, Espíritu divino, estos pobres sentimientos míos, en reparación por un olvido tan deplorable y por suplicar tanta luz para mí, para los sacerdotes y para los fieles.
Gloria al Padre y al Hijo ...

Espíritu Santo, amor y gentileza del Padre y del Hijo, flor y perfume de la santidad de Dios, fuego divino encendido en mí, haz que mi corazón sea completamente nuevo; remueve todas las manchas y tinieblas, quema todas las impurezas y haz que me adapte a la imagen del divino Hijo. Espíritu de fuego, que te dignes habitar personalmente en mí para santificarme, enciende este fuego de amor en mí, penetra e invierte toda tu alma con tu llama; alejar cualquier afecto desordenado; empujarme a las conquistas apostólicas; dame la gracia de ser una llama y arder con amor puro y eterno. Gloria al Padre y al Hijo ...

Espíritu de fortaleza, que le has dado a los mártires la fuerza para morir felizmente por la causa de Cristo el Señor, infunde en mí este don divino en toda su intensidad. Sacude mi entumecimiento y mi indolencia, hazme fuerte en emprender todo lo que el Señor me pide, independientemente de los sacrificios y esfuerzos, tu gloria y el beneficio espiritual y material de todos los hermanos. Dame fuerzas para continuar con ardor, sin cansarme y sin posibilidad de abandonar, lo que empecé. Dame valor y energía para defender valientemente a la Iglesia, para afirmar la integridad de la fe ante todos y la verdadera obediencia al Papa y a los Obispos. Dame el impulso sobrenatural en el apostolado; que persevere hasta el final, a costa de cualquier martirio del alma o del cuerpo. Espíritu divino, rodeame con tu omnipotencia, apóyame con tu vigor y envuélveme con tu fortaleza invencible. Gloria al Padre y al Hijo ...

El espíritu de la verdad y la luz, la llama y el calor de la luz, la luz dichosa, aclara y dispersa las sombras del error y la duda de mi mente. Se irradia e ilumina el alma del alma con perfecta claridad. ¿Puedo rechazar siempre cada error? que se adhiere fuertemente a la verdad según las enseñanzas de la Iglesia; que caminas en tu esplendor. Vestido con tu santa luz, que siempre permanezco en tu verdad y pura claridad. Gloria al Padre y al Hijo ...

Oh Espíritu limpiador, purifícame de toda mancha. Santifícame y dame las virtudes de Jesús, sus propias intenciones y disposiciones internas. Sé en mí el mismo Espíritu de Jesús. Aguja en mi alma, hacia Jesús, el mismo amor que el Padre respira hacia su divino Hijo y dame la misma atracción que siente el Padre hacia su amado y querido Hijo Jesús. Gloria al Padre y al Hijo ...

Espíritu Santo, te ruego que ilumines mi mente con luces claras, necesarias para mí y para aquellos que me lo piden, y que apoyes mi débil voluntad con gracias de amor y fortaleza. Divino santificador, llévame a la cumbre de la santidad, a través de un trabajo continuo, paciente y dócil para tu preocupación. La santidad eres tú y debo dejarte vivir en mí, siguiendo tu trabajo de perfección. Divino renovador, renueva todo, elimina todo mal, cada peligro, cada maldad, rehace todo lo nuevo en mí, todo puro, todo santo. Divino vivificador, alma de mi alma, dame la fuerza para atestiguar y glorificar siempre, junto a ti, al Hijo divino y vivir para su gloria y morir en su amor. Donante divino, dame tus dones para contemplar a Dios a la luz de sus misterios, para comprender el verdadero valor de la vida y las cosas, y para amar a todos con pura caridad, como si ya estuvieras en el cielo. ¡Gracias! Amén.

Gloria al Padre y al Hijo ...