Escucho tus oraciones

Soy tu Dios, amor inmenso, misericordioso y ampliamente perdonador. Sabes que siempre escucho todas tus oraciones. Veo cuando vas a tu habitación y me rezas con todo mi corazón. Te veo cuando tienes dificultades y me invocas, me pides ayuda y buscas mi consuelo. Tú, hijo mío, no tienes que temer nada. Siempre me muevo a tu favor y escucho cada una de tus súplicas. A veces no te contesto porque lo que pides lastima tu alma pero tus oraciones no se pierden, te sigo hacia mi voluntad.

Mi querido hijo, escucho tus oraciones. Incluso si a veces me haces una oración agitada ya que no puedes salir de situaciones espinosas a las que no tienes que temer, haré todo. Siempre te veo cuando me llamas y me pides ayuda. Ten fé en mí. Mi hijo Jesús cuando estuvo en esta tierra te contó la parábola del juez y la viuda. Aunque el juez no quería hacerle justicia a la viuda al final por la insistencia de este último, obtuvo lo que quería. Entonces, si el juez deshonesto hizo justicia a la viuda aún más, soy un buen padre y te doy todo lo que necesitas.

Te pido que reces siempre. No puedes orar solo para satisfacer tus necesidades, sino que también debes orar para agradecer, alabar y bendecir a tu padre celestial. La oración es lo más fácil que puedes hacer en la tierra y es el primer paso hacia mí. El hombre que reza lo lleno de luz, de bendiciones y de salvar su alma. Entonces mi hijo ama la oración. No puedes vivir sin oración. La oración insistente abre mi corazón y no puedo estar sordo a tus peticiones. Lo que te digo es que reces siempre, todos los días. Si a veces ves que te mantengo esperando para recibir la anhelada gracia y solo para probar tu fe, para darte lo que necesitas en el tiempo establecido por mí.

Siempre reza hijo mío, escucho tu oración. No seas infiel, pero debes estar seguro de que estoy cerca de ti cuando rezas y escuchas cada una de tus peticiones. Cuando ores, aparta tus pensamientos de tus problemas y piensa en mí. Dirige tus pensamientos a mí y a mí, que vivo en cada lugar, incluso dentro de ti, te hablo y te muestro todo lo que necesitas hacer. Te doy las instrucciones correctas, el camino a seguir y me muevo con tu compasión. Mi querido hijo, ninguna de tus oraciones que has hecho en el pasado se ha perdido y ninguna oración que hagas en el futuro se perderá. La oración es un tesoro depositado en los cielos y un día cuando vengas a mí verás todo el tesoro que has acumulado en la tierra gracias a la oración.

Ahora te digo, reza con tu corazón. Veo las intenciones del corazón de cada hombre. Sé si hay sinceridad o hipocresía en ti. Si rezas con tu corazón, no puedo evitar responder. La madre de Jesús revelándose a las almas amadas en la tierra siempre ha dicho que oren. Ella, que era la mujer orante por excelencia, te da el consejo adecuado para convertirte en mi alma favorita en este mundo. Escuche el consejo de la madre celestial, la que conoce los tesoros del cielo sabe bien el valor de una oración dirigida a mí con el corazón. Ama la oración y serás amado por mí.

Te pido que reces siempre, todos los días. Invocame en el trabajo, cuando caminas, rezas en familia, siempre tienes mi nombre en tus labios, en tu corazón. Solo de esta manera puedes entender la verdadera alegría. Solo así podrás conocer mi voluntad y yo, que soy un buen padre, inspirarte en lo que tienes que hacer y poner mi voluntad en el deseo de tu corazón.

Hijo mío, no tengas miedo, escucho tu oración. De esto debes estar seguro. Soy un padre que ama a su criatura y se mueve a su favor. Ama la oración y serás amado por mí. Ama la oración y verás que tu vida cambia. Ama la oración y todo se moverá a tu favor. Ama la oración y siempre ora. Yo, que soy un buen padre, escucho tu oración y te concedo, mi amada criatura.