La gran promesa de la Virgen

1917 el año que abre un nuevo período en la historia de la Iglesia y la humanidad.
La Inmaculada Concepción señala a los hombres, en su Inmaculado Corazón, la salvación.

Nuestra Señora, en las apariciones que tuvieron lugar en Fátima del 13 de mayo al 13 de octubre de 1917,
preguntó:
La consagración de personas y familias a su Inmaculado Corazón
y Jesús quiere establecer la devoción a mi Inmaculado Corazón en el mundo. A quienes lo practican les prometo salvación. Dios amará a estas almas y, como flores, las colocaré ante su trono.
Has visto el infierno, donde las almas de los pobres pecadores terminan. Para salvarlos, el Señor quiere establecer la devoción a mi Inmaculado Corazón en el mundo.
La práctica de los primeros cinco sábados del mes.
Mira, hija mía, mi corazón rodeado de espinas con las que hombres ingratos lo perforan en todo momento con sus blasfemias e ingratitudes. Al menos tratas de consolarme, y por mi parte anuncia que prometo ayudar, en la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación de sus almas, todos aquellos que el primer sábado de cinco meses consecutivos confiesen recibirán la S. Comunión, dirán una corona del Rosario y me acompañarán durante quince minutos, meditando sobre los misterios del Rosario, para ofrecerme una reparación.
La recitación diaria del Santo Rosario.
En Fátima, como antes en Lourdes, Nuestra Señora apareció con la corona del Rosario, ella pidió insistentemente su recitación diaria para obtener la paz en el mundo y porque ella sola puede acudir en nuestra ayuda.
Hacer penitencia por la salvación de los pecadores.
Sacrifíquense por los pecadores y digan a menudo, pero especialmente al hacer algunos sacrificios: Oh Jesús, por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por las heridas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María.