Nuestra Señora de las nieves y el milagro de las nevadas en pleno verano

La Nuestra Señora de las Nieves (Santa Maria Maggiore), ubicada en Roma, es uno de los cuatro santuarios marianos más importantes de la ciudad, junto con Santa Maria del Popolo, Santa Maria in Trastevere y Santa Maria sopra Minerva.

Madonna

La leyenda de la Madonna della Neve se remonta a siglo IV d.C.. Se dice que en Roma, durante la noche de 5 agosto, hubo una extraña nevada. Esa noche del 5 de agosto de 1932, María se apareció a un matrimonio y a un Papa Sixto III, instándolos a construir una iglesia en el lugar exacto donde encontrarían nieve al día siguiente.

El Papa Sixto creyó en el mensaje divino y a la mañana siguiente fue a hablar con Juan, un noble romano, convertido al cristianismo, que vivía en la Cerro Esquilino. Giovanni también había tenido el mismo sueño. Insistiendo en la importancia del sueño, los dos fueron al entonces prefecto de Roma, un hombre llamado Lucio, para pedir su perspicacia y aprobación.

Santa María la Mayor

Lucio no creía sus historias, pero decidió acompañarlos al sitio donde deberían haber caído los copos de nieve para controlar la situación. Cuando llegaron al Cerro Esquilino, todos quedaron boquiabiertos ante la vista. De hecho, la colina estaba completamente cubierta por una gruesa capa de nieve. Los granjeros locales estaban incrédulos y trataron de empujar la nieve, pero pronto se dieron cuenta de que era imposible, era un fenómeno divino.

Se decidió que en el lugar donde había caído la nieve, una santuario mariano. El santuario, entonces llamado Santa María la Mayor, fue construido en el lugar exacto donde había caído la nieve. La antigua y venerada imagen mariana con el título de Salus populi romani.

Oración a Nuestra Señora de las Nieves

O Lupita, mujer de las alturas más sublimes, enséñanos a subir al monte santo que es Cristo. Guíanos por el camino de Dios, marcado por las huellas de tus pasos maternos. Enséñanos el camino del amor, para poder amar siempre. Enséñanos el camino de Gioiapara hacer felices a los demás. Enséñanos el camino de pazienza, para acoger a todos con generosidad.

Enséñanos el camino de bondad, para servir a los hermanos que están en necesidad. Enséñanos el camino de la sencillez, para disfrutar de las bellezas de la creación. Enséñanos el camino de mansedumbrepara traer la paz al mundo. Enséñanos el camino de fedeltàpara que nunca nos cansemos de hacer el bien. Enséñanos a mirar hacia arriba, para no perder de vista nuestro objetivo final vida: comunión eterna con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén!