La profetisa Anna y el conocimiento de Jesús.

Había una profetisa, Anna, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Había avanzado en años, habiendo vivido con su esposo durante siete años después de su matrimonio, y luego como viuda hasta la edad de ochenta y cuatro. Nunca salió del templo, pero adoró día y noche con ayuno y oración. Y avanzando justo en ese momento, dio gracias a Dios y habló del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Lucas 2: 36-38

Hoy, en el sexto día de la octava de Navidad, honramos a la profetisa Ana. Ella, como Simeón a quien honramos ayer, pasaba sus días en el templo adorando a Dios día y noche. Anticipó la llegada del Mesías y, con una revelación personal y especial de Dios, reconoció su presencia cuando fue presentado por María y José.

¿Cómo supo Anna que este era el Mesías? ¿Cómo sabía que esta niña era la que todos estaban esperando? De alguna manera lo sabía y estaba encantado con este conocimiento.

Lo bueno de la respuesta de Anna es que no se ha guardado su alegría para sí misma. Más bien, cuando vio al Niño Jesús, "habló del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén". No hay duda de que sus palabras proféticas estaban llenas de gozo y también eran bastante autorizadas. Hablaría como alguien que conocía la verdad de este Niño y como alguien que anhelaba contarle a todos acerca de Él.

Hay una gran lección para cada uno de nosotros en el encuentro de Ana con Jesús. Cuando te encuentras con nuestro Señor en tu vida de fe y oración, ¿deseas compartir tu fe con los demás? Quizás sea por tus palabras, pero quizás sea más a menudo por tu testimonio.

La conclusión es que se debe compartir el verdadero significado de la Navidad. Debe ser proclamado por todas partes para que todos comprendan el gozo de la venida del Salvador del mundo.

Reflexione hoy sobre Ana la profetisa. Intente imaginar la alegría en su corazón mientras hablaba de este rey recién nacido. Y ore para que su gozo y su ejemplo profético lo inspiren a proclamar continuamente al Señor a todos los que Dios pone en su camino.

Señor, siempre recuerdo el motivo de la Navidad. Que siempre mantenga la alegría de tu venida entre nosotros en el centro de mi celebración. Tú, querido Señor, eres el mayor regalo jamás dado. Te agradezco por tu vida y oro para que me ayudes a compartir el don de ti mismo con los demás. Jesús, creo en ti.