Las 25 cosas que hacen las Almas del Purgatorio

Esas almas benditas:

Adoran a la tríada más augusta, Padre, Hijo y Espíritu Santo, adoran al Verbo encarnado, el divino Redentor, cuyas adorables heridas eran fuentes inagotables de gracias: adoran los decretos divinos y las disposiciones divinas que aún no permiten entrar al Cielo.

Aman a su Dios, con amor puro y ardiente: aman al Padre Celestial con afecto filial, aman al Divino Novio con amor de simpatía y complacencia, aman al Amigo verdadero y más fiel con un amor sincero de amistad. Todavía aman con amor agradecido a quienes los ayudan y apoyan en sus amargos dolores.

ADMIRE las perfecciones inefables y los atributos infinitos de Dios que seguramente disfrutarán eternamente; admiran el estupendo entrelazamiento de abundantes gracias y las miles de circunstancias en las que Dios los guió al puerto de la salvación eterna.

Anhelan con el deseo más ardiente de ver a Dios, de poseerlo, de disfrutarlo eternamente y aún anhelan que vayamos en su ayuda y aceleremos su felicidad eterna con nuestros sufragios.

Cantan la bondad y la misericordia de Dios que los liberó de mil peligros y los colocó en el lugar de la salvación.

Confiesan la muy alta justicia de Dios, reconociendo que los dolores que sufren han ganado demasiado.

Odian con todo el horror y la abominación no solo el pecado grave y mortal que, aunque absuelto en el tribunal de penitencia a pesar de que los hace gemir en el Purgatorio, sino también cada leve culpa y defecto que los mantiene alejados de su Bien más deseado.

DESEA poseerlo.

ESPIANO Con ansias de ver a Dios, amor puro y desinteresado, cada pensamiento menos justo, cada deseo menos puro, cada afecto menos santo, cada palabra no cautelosa e inactiva, cada acto no regulado por la santa ley de Dios.

Continuamente fijan su mirada en Dios, en su aprobación, en su glorioso reino; su mente está dirigida solo a Dios, su corazón palpita solo a Dios.

CONFIANZA Solo en Dios, en la fidelidad de su palabra y promesas, confían en la omnipotencia del Padre, en la sabiduría del Hijo y en el amor del Espíritu Santo.

GEMONO por los terribles dolores que sufren, por el deseo y las ansias amorosas de ver a Jesús pronto, de contemplarlo y disfrutarlo para siempre.

Se ven y juzgan de manera muy diferente a lo que hicieron en la tierra; miran las cruces, la pobreza y el desprecio tolerado como una escalera por la cual Dios misericordiosamente los hizo subir al cielo; juzgan la riqueza, el ingenio, la salud, el tiempo, no como motivos de jactancia y vanagloria, sino como talentos para ser traficados, como monedas para comprarnos el cielo.

LLAMAMOS a nuestra piedad, nuestros sufragios, pídanos una gota que enfríe los ardores de ese fuego que los quema. Piden ayuda, quién de sus hijos, quién de sus padres, quién de sus amigos, invocan su oración que desciende como un ángel para liberarlos de esas llamas.

INTERCEDEN por nosotros y por nuestra salud, son mediadores entre nosotros y Dios para obtener beneficios de él y gracias en el orden espiritual y corporal, nos interceden gracias por la victoria sobre las pasiones; iluminar para la conversión de algunos y la fuerza para perseverar por los demás.

ELEGAN a Dios, sus atributos admirables, sus amables perfecciones, lo alaban con todo el ímpetu de la mente y el corazón, deseando compensarlo por el honor que lo defraudaron en la tierra con el pecado; ellos alaban a su benefactora soberana María.

¡DISCERNIR! Meditan en los atributos de Dios, en su infinito amor por las almas, en la vida de Jesús, en los atroces sufrimientos que sufrió por su amor; meditan sobre la tierra que dejaron atrás, el Purgatorio donde sufren, el Paraíso que les espera.

NOBILITAR en esas llamas purgantes, como el oro en fuego; y embellecen la imagen de Dios que llevan en sí mismos esculpidos, y que Dios había creado puro e inmaculado, pero que mancharon de pecado.

Ofrecen con verdadero amor, con afectuosa gratitud, ofrecen a Dios nuestras oraciones, nuestros votos, ofrecen a Dios los actos de nuestra caridad, continuamente ofrecen el homenaje de todo su ser y los dolores que sufren para satisfacer la justicia divina.

¡ORAR! ¡Qué modelo de oración humilde, amorosa, confiada y continua nos llega de la santa escuela del Purgatorio! La oración de las almas sufrientes mueve el Corazón de Dios y ciertamente será respondida.

REPARAR faltas cometidas en la vida, reparar el orgullo al aceptar la humillación del castigo, reparar la desobediencia al conformar perfectamente su voluntad con la de Dios, reparar la infidelidad al amor divino, amar ardientemente.

ALEGRÍE porque han evitado el infierno y son confirmados en gracia, regocijados porque indudablemente saben que deben entrar al Cielo para ser eternamente felices; se regocijaron porque verán lo antes posible el rostro más encantador de Jesús y su madre más tierna, María.

Sufren inmensamente por la privación de la vista de Dios, sufren por la impotencia para acelerar este momento tan maravilloso; sufren en el fuego que los rodea y los purifica, y este dolor supera todos los sufrimientos y todos los dolores del mundo unidos.

HUMILLARSE bajo el azote de Dios que los purifica, bajo la mano de su padre, quien en esas llamas purgativas viene a limpiarlos de las manchas contraídas por el pecado.

Solo quieren lo que Dios quiere, porque su voluntad se ha convertido en una con la de Dios.