La importancia de la oración: ¡por qué y cómo hacerlo!

La oración es agua viva, con la que el alma apaga la sed. Todas las personas necesitan oración, más que los árboles que necesitan agua. Porque ni los árboles pueden dar frutos si no absorben agua a través de sus raíces, ni podemos dar los preciosos frutos de la piedad si no nos alimentamos de la oración. Por eso, cuando nos levantamos de la cama, debemos anticiparnos al sol sirviendo a Dios. Cuando nos sentamos a la mesa para almorzar y cuando nos preparamos para el descanso, debemos orar a Dios.

O mejor dicho, cada hora debemos ofrecer una oración a Dios, recorriendo así un camino igual a la duración del día con la ayuda de la oración. Si los demonios le han rogado al Señor que no los envíe al abismo y su pedido se ha cumplido, ¿qué tan pronto seremos contestadas las oraciones de nosotros que estamos vestidos de Cristo? ¿Cuándo oramos para ser liberados de la muerte inteligente (espiritual)? Por tanto, dediquémonos a la oración, porque su poder es grande.

La oración es una de las necesidades básicas del ser humano que dirige devotamente el alma hacia Dios. La palabra del corazón del hombre con Dios, una conexión espiritual entre lo racional del ser humano y el Creador. Entre los niños y el Padre Celestial, dulce incienso de Dios, significa vencer las turbulentas olas de la vida, roca invencible de todos los que creen, divina prenda con la que el alma se viste de bondad y belleza. Madre de todas las obras piadosas, un dique contra la astucia del mayor enemigo del hombre.

El diablo, un medio para apaciguar a Dios para el perdón de los pecados, un refugio que las olas no pueden destruir. Una iluminación de la mente, un hacha para la desesperación y el dolor. Un lugar para dar vida a la esperanza, para aliviar la ira, un defensor de todos los juzgados, la alegría de los encarcelados. Oramos y creemos en Dios todos los días de nuestra vida.