Meditación del 16 de mayo "El mandamiento nuevo"

El Señor Jesús afirma que da un mandamiento nuevo a sus discípulos, es decir, que se amen: "Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros" (Jn 13, 34).
Pero, ¿no existía ya este mandamiento en la antigua ley del Señor, que prescribe: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"? (Lv 19, 18). ¿Por qué, entonces, dice el Señor un mandamiento nuevo que parece tan antiguo? ¿Es un mandamiento nuevo porque nos despoja del hombre viejo para vestirnos del nuevo? Por supuesto. Él hace nuevo a quien le escucha o más bien a quien se muestra obediente a él. Pero el amor que regenera no es el puramente humano. Esto es lo que el Señor distingue y califica con las palabras: "Como yo os he amado" (Jn 13, 34).
Este es el amor que nos renueva, para que seamos hombres nuevos, herederos de la nueva alianza, cantantes de un cántico nuevo. Este amor, queridos hermanos, renovó a los antiguos justos, a los patriarcas y a los profetas, como luego renovó a los apóstoles. Este amor renueva ahora también a todos los pueblos, y de todo el género humano, esparcido por la tierra, forma un nuevo pueblo, el cuerpo de la nueva Esposa del unigénito Hijo de Dios, de quien hablamos en el Cantar de los Cantares: ¿Quién es ella que se eleva brillante con la blancura? (cf. Ct 8, 5). Ciertamente brilla con blancura porque se renueva. ¿De quién, sino del nuevo mandamiento?
Para esto los miembros están atentos unos a otros; y si un miembro sufre, todos sufren con él, y si uno es honrado, todos se alegran con él (cf. 1 Co 12, 25-26). Escuchan y ponen en práctica lo que el Señor enseña: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros" (Jn 13, 34), pero no cómo aman a los que seducen, ni cómo aman a los hombres por lo único el hecho de que son hombres. Pero cómo aman a los que son dioses e hijos del Altísimo, para ser hermanos de su único Hijo. Amarse unos a otros con ese amor con que él mismo amó a los hombres, a sus hermanos, para poder conducirlos donde el deseo se satisfará con bienes (cf. Sal 102, 5).
El deseo quedará plenamente satisfecho cuando Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15).
Este es el amor que nos da el que nos recomendó: "Como yo os he amado, también vosotros os améis unos a otros" (Jn 13, 34). Por eso nos amó con este fin, porque también nosotros nos amamos. Él nos amaba y por eso quería que estuviéramos unidos por el amor mutuo, para que fuéramos el Cuerpo de la Cabeza suprema y los miembros apretados por tan dulce vínculo.