La meditación de hoy: revelación de Dios invisible

Sólo uno es Dios, hermanos, aquel a quien no conocemos por otros medios que el de las Sagradas Escrituras.
Por tanto, debemos conocer todo lo que las divinas Escrituras nos anuncian y saber lo que nos enseñan. Debemos creer en el Padre, como él quiere que le creamos, glorificar al Hijo como él quiere que lo glorifiquemos, recibir el Espíritu Santo como él quiere que lo recibamos.
Tratemos de llegar a una comprensión de las realidades divinas no según nuestra inteligencia y ciertamente no violentando los dones de Dios, sino en la forma en que él mismo quiso revelarse en las Sagradas Escrituras.
Dios existía en sí mismo perfectamente solo. No había nada que de alguna manera participara de su eternidad. Luego se propuso crear el mundo. Como lo pensó, como lo quiso y como lo describió con su palabra, así también lo creó. El mundo empezó a existir, por tanto, como él había deseado. Y quién lo había diseñado, lo hizo así. Por tanto, Dios existía en su unicidad y no había nada que fuera coeterno con él. No existía nada más que Dios, estaba solo, pero completo en todo. En él se encontró inteligencia, sabiduría, poder y consejo. Todo estaba en él y él era todo. Cuando quiso, y en la medida que quiso, él, en el tiempo fijado por él, nos reveló su Palabra por medio de la cual había creado todas las cosas.
Por tanto, como Dios poseía su Palabra en sí mismo y era inaccesible para el mundo creado, la hizo accesible. Al pronunciar una primera palabra y generar luz a partir de la luz, presentó su propio Pensamiento a la creación misma como Señor, e hizo visible a quien solo él conocía y veía en sí mismo y que antes era absolutamente invisible para el mundo creado. Lo reveló para que el mundo lo viera y para que él pudiera ser salvo.
Esta es la Sabiduría que, viniendo al mundo, se reveló como el Hijo de Dios, todo fue creado por él, pero él es el único que viene del Padre.
Luego les dio una ley y profetas y les hizo hablar en el Espíritu Santo para que, recibiendo la inspiración del poder del Padre, anunciaran la voluntad y el plan del Padre.
Así, pues, se reveló la Palabra de Dios, como dice el beato Juan, que retoma sumariamente lo ya dicho por los profetas mostrando que él es el Verbo, en quien todo fue creado. Juan dice: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Todo fue hecho por él, sin él nada se hizo" (Jn 1: 1).
Más tarde dice: El mundo fue hecho por él, pero el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, pero los suyos no lo aceptaron (cf. Jn 1, 10-11).

de San Hipólito, sacerdote