Miércoles dedicado a San Giuseppe. Oración al Santo por hoy

Glorioso Padre San Giuseppe, eres elegido entre todos los santos;

bendecido entre todos los justos en tu alma, ya que fue santificado y lleno de gracia más que la de todos los justos, para ser digno Esposo de María, Madre de Dios y digno padre adoptivo de Jesús.

Bendito sea tu cuerpo virginal, que era el altar viviente de la Divinidad, y donde descansaba la Inmaculada Hostia que redimió a la humanidad.

Bienaventurados tus ojos amorosos, que vieron los Deseados de las naciones.

Bienaventurados tus labios puros, que besaron el rostro del Niño Dios con tierno cariño, ante quien tiemblan los cielos y los serafines cubren su rostro.

Bienaventurados tus oídos, que oyeron el dulce nombre del padre de la boca de Jesús.

Bendito sea tu idioma, que muchas veces conversó familiarmente con la Sabiduría eterna.

Bienaventuradas tus manos, que trabajaron tan duro para sostener al Creador del cielo y de la tierra.

Bendita sea tu cara, que a menudo se cubrió de sudor para alimentar a quienes alimentan a las aves del cielo.

Bendito sea tu cuello, al que muchas veces se aferró con sus manitas y el Niño Jesús lo apretó.

Bendito sea tu pecho, en el que tantas veces la cabeza se reclinó y la Fortaleza misma descansó.

Glorioso San José, ¡cuánto me regocijo en estas tus excelencias y bendiciones! Pero recuerda, mi Santo, que estas gracias y bendiciones, se las debes en gran medida a los pobres pecadores, ya que, si no hubiéramos pecado, Dios no se habría convertido en un Niño y no habría sufrido por nuestro amor, y por la misma razón no habría lo habrías alimentado y preservado con mucho esfuerzo y sudor. Que no se diga de ti, oh patriarca exaltado, que en la exaltación olvidas a tus hermanos y hermanas de la desgracia.

Danos, por lo tanto, desde tu elevado trono de gloria, una mirada apasionada.

Míranos siempre con amorosa piedad.

Contempla nuestras almas rodeadas de enemigos y tan ansiosas por ti y tu hijo Jesús, quien murió en una cruz para salvarlos: perfecto, protegerlos, bendecirlos, para que nosotros, tus devotos, vivamos en santidad y justicia, muramos en gracia y disfrutemos de gloria eterna en tu compañía. Amén.