Oración de Juan Pablo II al Niño Jesús

Juan Pablo IIEn ocasión de Misa de Navidad de 2003, recitó una oración en honor de Bebe Jesus a la medianoche

Queremos sumergirnos en estas palabras para dar la esperanza de la curación física y del alma, para romper y disolver las dificultades, enfermedades y dolores que están presentes en sus vidas en este momento, Dios es el sanador supremo.

"Gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, estarán con nosotros en verdad y amor" (2 Jn 1,3, XNUMX).

El lugar perfecto para decir esta oración es frente a la cuna del niño Jesús, que probablemente ya se haya instalado en su Iglesia. Sin embargo, puede decir esta oración en otros lugares de su deseo:

“Oh Niño, que quisiste tener un pesebre para tu cuna; Oh Creador del universo, que te has despojado de la gloria divina; ¡Oh Redentor, que ofreciste tu cuerpo vulnerable como sacrificio por la salvación de la humanidad!

Que el esplendor de tu nacimiento ilumine la noche del mundo. Que el poder de tu mensaje de amor frustra las soberbias trampas del maligno. El don de tu vida puede hacernos comprender cada vez más claramente el valor de la vida de todo ser humano.

¡Todavía se derrama demasiada sangre sobre la tierra! ¡Demasiada violencia y demasiados conflictos perturban la convivencia pacífica de las naciones!

Vienes a traernos la paz. ¡Eres nuestra paz! Solo tú puedes hacer de nosotros un "pueblo purificado" que te pertenezca para siempre, un pueblo "celoso del bien" (Tit 2,14, XNUMX).

¡Porque nos nació un Niño, nos fue dado un niño! ¡Qué misterio insondable se esconde en la humildad de este Niño! Nos gustaría tocarlo; nos gustaría abrazarlo.

Tú, María, que cuidas de tu Hijo todopoderoso, danos tus ojos para contemplarlo con fe; danos tu corazón para adorarlo con amor.

En su sencillez, el Niño de Belén nos enseña a redescubrir el verdadero sentido de nuestra existencia; nos enseña a "vivir una vida sobria, recta y consagrada en este mundo" (Tit 2,12, XNUMX).

PAPA JUAN PABLO II

¡Oh Noche Santa, largamente esperada, que unió para siempre a Dios y al hombre! Reaviva nuestra esperanza. Nos llenas de asombro extático. Nos aseguras el triunfo del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte.

Por eso permanecemos absortos en la oración.

En el luminoso silencio de tu Natividad, tú, Emanuele, sigues hablándonos. Y estamos dispuestos a escucharte. ¡Amén!"

En las oraciones nos vinculamos con Dios, recibimos sus bendiciones, obtenemos la gracia abundante de Dios y recibimos respuestas a nuestras peticiones.