Oración que se recitará el Sábado Santo para pedir la poderosa ayuda de Jesús

Eres verdaderamente el Dios de mi vida, Señor.
En el día de gran silencio, como es el Sábado Santo, me gustaría abandonarme a los recuerdos. Antes que nada recordaré al centurión romano, un hombre de mentalidad diferente, ignorante de la Ley y los Profetas, un hombre concreto y atento, que al final del terrible drama del Gólgota, exclamó: "Verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios". Ese centurión entendió que Dios es amor. Él entendió que Jesucristo, el hombre de dolor indescriptible, era Dios. Solo el amor puede hacernos un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Recordaré a los discípulos que se apresuraron a pedirle a Pilato el cuerpo de Jesús. Ese cuerpo no podía permanecer presa de buitres. Dios no debe ser abandonado en manos de buitres, de quienes no lo aman, de quienes no creen en él, de quienes lo condenan y lo niegan. Hay un sepulcro en el que debe colocarse. Es el tabernáculo del corazón del hombre que puede y debe acoger al gran mártir que se ofreció a sí mismo como el precio de nuestro rescate. Me acordaré de la madre. Esa mujer fuerte, llena de gracia, la Virgen siempre, paralizada por la lanza, compañera de Cristo, su Hijo, que al final del día cumplió el resto de su misión: abrazó al Hijo engendrado, abrazó a los niños redimidos por esa sangre, fue vivir en casas de niños nuevos. No es necesario cubrir todo con la lápida, porque la piedra debe ser removida y los hombres deben ser resucitados con los "muertos por amor". Será amor, el fuerte como el de Dios, el total como el de Jesús, el infinito como el del Espíritu Santo, el humilde como el de María, la fuerza que debe transformar a todos para alcanzar la "conformidad" con el Hombre. Dios, nuestra única escala ascensional, y "conformidad" con las tres personas divinas.
Te pido ayuda, Madre del Verbo Encarnado, Madre del Cordero inmolado, Madre del Resucitado.

ORACIÓN POR EL SANTO SÁBADO

Oh Jesús, me detengo pensativamente al pie de la Cruz:
¡Yo también lo he construido con mis pecados!
Tu bondad, que no se defiende
y dejarse crucificar, es un misterio
eso me supera y me conmueve profundamente.
Señor, viniste al mundo por mí
para buscarme
para traerme el abrazo del Padre.
Eres la cara de la bondad
y misericordia
para esto me quieres salvar!
Hay oscuridad dentro de mí:
ven con tu luz clara.
Hay mucho egoísmo dentro de mí:
ven con tu caridad sin límites.
Dentro de mí hay resentimiento y malicia:
ven con tu mansedumbre y tu humildad.
Señor, el pecador para ser salvo soy yo:
¡El hijo pródigo que tiene que volver, soy yo!
Señor, concédeme el regalo de las lágrimas
para encontrar la libertad y la vida,
paz contigo y alegría en ti. Amén.