El padre Pio siempre decía esta oración después de la comunión.

Quédate conmigo Señor, porque es necesario tenerlo en cuenta para no olvidarte. Sabes lo fácil que te abandono.
Quédate conmigo Señor, porque soy débil y necesito que tu fortaleza no caiga muchas veces.
Quédate conmigo Señor, porque tú eres mi vida y sin ti tengo menos fervor.
Quédate conmigo Señor, para mostrarme tu voluntad.
Quédate conmigo Señor, porque quiero amarte y estar siempre en tu compañía.
Quédate conmigo Señor, si quieres que te sea fiel.
Quédate conmigo Jesús, porque aunque mi alma es muy pobre, desea ser para ti un lugar de consuelo, un nido de amor.
Quédate conmigo Jesús, porque se hace tarde y el día declina ... es decir, la vida pasa ... la muerte, el juicio, la eternidad se acerca ... y es necesario duplicar mi fuerza, para que no falle en el camino y para esto necesito de ti. ¡Se está haciendo tarde y se acerca la muerte! ... La oscuridad, las tentaciones, la sequedad, las cruces, los dolores, y ¡oh! Cuánto te necesito, mi Jesús, en esta noche de exilio.

PERMANECER Jesús conmigo, porque en esta noche de vida y peligros te necesito. Arregla para que te conozca como tus discípulos al partir el pan ... es decir, que la Unión Eucarística es luz que disipa la oscuridad, la fuerza que me sostiene y la única dicha de mi corazón.
Quédate conmigo Señor, porque cuando llegue la muerte, quiero unirme a ti, si no es por la Sagrada Comunión, al menos por gracia y amor.
Quédate conmigo, Señor, solo te estoy buscando a ti, tu amor, tu gracia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque te amo y no pido otra recompensa que un aumento en el amor. Amor sólido y práctico. Te amo con todo mi corazón en la tierra, para seguir amándote con perfección por toda la eternidad.