Paraguay: el anfitrión sangra en manos del sacerdote

MILAGRO EUCARÍSTICO EN PARAGUAY

En Paraguay ocurrió este milagro eucarístico, en manos del sacerdote Gustavo Palacios, en Paraguay, una ciudad cercana a la capital, Areguá.
Gustavo Palacios llevó a la Hostia consagrada dentro del medallón, a una persona enferma, a su llegada a casa, la Hostia consagrada se convierte en carne y hueso dentro del relicario. El Anfitrión olía a rosas, el Padre Gustavo proviene de la parroquia Virgen de la Merced - Valle del Puku-Aregua. Fuente: Hispanidad Católica

COMUNIÓN ESPIRITUAL

Jesús mío, creo que estás en las SS. Sacramento, te amo por encima de todas las cosas, y te deseo en mi alma. - Ya que no puedo recibirte sacramentalmente ahora - entra al menos espiritualmente en mi corazón. - Como ya vino: - Te abrazo - y soy único para ti; no me permitas separarte de ti.

(Indulgencia de 60 días).

PARA VISITA CORTA A LOS SS. SACRAMENTO

Que el sacramento más santo y divino sea alabado y agradecido en todo momento.

Gloria…. (por tres veces)

Te creo, te adoro, te amo, mi Jesús, en el Sacramento más famoso del Altar, ¡Oh! ven a este pobre y miserable corazón mío. Como ya sucedió, te abrazo, te aprieto y te ruego que no me dejes más. Alabado sea Jesucristo. Siempre sea alabado.

ORACIÓN A LAS SS. SACRAMENTO

Oh Palabra aniquilada en la Encarnación, aún más aniquilada en la Eucaristía, te adoramos bajo los velos que esconden tu divinidad y tu humanidad en el adorable Sacramento. ¡En este estado, por lo tanto, tu amor te ha reducido! ¡Sacrificio perpetuo, víctima continuamente inmolada por nosotros, Anfitrión de alabanza, acción de gracias, propiciación! Jesús nuestro mediador, fiel compañero, dulce amigo, médico caritativo, tierno consolador, pan vivo del cielo, alimento para las almas. ¡Eres todo para tus hijos! Sin embargo, a mucho amor, muchos corresponden solo con blasfemias y profanaciones; muchos con indiferencia y tibieza, muy pocos con gratitud y amor. ¡Perdona, oh Jesús, por los que te insultan! ¡Perdón por la multitud de indiferentes e ingratos! ¡También perdonan la inconstancia, la imperfección, la debilidad de los que te aman! Como su amor, aunque lánguido, y lo iluminan más cada día; ilumina las almas que no te conocen y suaviza la dureza de los corazones que te resisten. Hazte amado en la tierra, oh Dios escondido; ¡dejémonos ver y poseer en el cielo! Amén