Oración poderosa a la Virgen del Rosario para invocar una gracia imposible

Te saludo, oh María, en la dulzura de tu misterio gozoso y al comienzo de la bendita Encarnación, que te hizo Madre del Salvador y madre de mi alma. Te bendigo por la luz más dulce que trajiste a la tierra.

Oh Señora de toda alegría, enséñanos las virtudes que dan paz a los corazones y, en esta tierra, donde abunda el dolor, deja que los niños caminen a la luz de Dios para que, su mano en tu mano materna, alcancen y posean plenamente. la meta a la que los llama tu corazón, el Hijo de tu amor, el Señor Jesús.

Te saludo, oh María, Madre del dolor, en el misterio del mayor amor, en la Pasión y muerte de mi Señor Jesucristo y, uniendo mis lágrimas a las tuyas, quisiera amarte para que mi corazón, herido como el tuyo de los clavos que han arrancado a mi Salvador, sangra como lo hacen los del Hijo y la Madre. Te bendigo, oh Madre del Redentor y Corredentora, en el esplendor púrpura del Amor crucificado, te bendigo por el sacrificio, acogido en el templo y ahora consumido con la ofrenda a la justicia de Dios del Hijo de tu ternura y tu virginidad, en holocausto. Perfecto.

Te bendigo, porque la sangre preciosa que ahora fluye para lavar los pecados de los hombres, tuvo su origen en tu Purísimo Corazón. Te ruego, oh Madre mía, que me conduzcas a las alturas del amor que solo la unión más íntima con la Pasión y muerte del Señor amado puede producir.

Te saludo, María, en la gloria de tu realeza.

El dolor de la tierra ha dado paso a infinitos placeres y la púrpura sangrante te ha tejido el manto maravilloso, que corresponde a la Madre de Reyes de reyes y a la Reina de Ángeles. Permíteme alzar los ojos hacia ti durante el esplendor de tus triunfos, oh mi amado Soberano, y mis ojos dirán, mejor que cualquier palabra, el amor del hijo el deseo de contemplarte con Jesús en la eternidad, porque eres ¡Hermosa, porque eres buena, o Clemente, o Pia, o Dulce Virgen María!