Oración a Jesús en la Eucaristía que nos libera de todo malestar.

Ayúdanos a hacer un alma que sea la imagen de tu anfitrión.

Un alma blanca y pura, preocupada por evitar la más mínima mancha para seguir siendo digna de ti.

Un alma modesta, pequeña para el lugar que quiere ocupar, pero grande para el amor que quiere testificar. Un alma simple sin pretensiones, que ignora las complicaciones del egoísmo y se abandona francamente. Un alma silenciosa y oculta, feliz de ver su generosidad no reconocida, para ser más puramente dada. Un alma desnuda y pobre, que encuentra su riqueza solo en tu posesión.

Un alma transparente en tu presencia, que quiere irradiar solo tu luz.

Un alma dulce en sus contactos, que no tiene espinas ni angulosidad, sino simplemente la franqueza de su bondad. Un alma siempre ofrecida, al servicio de los demás, en un regalo perpetuo.

Incesantemente se volvió hacia el prójimo, atento a sus deseos y sus necesidades espirituales.

¡Un alma que vive solo en ti, y atrae en ti solo su vida, el ardor de su existencia!