Oración a María, madre de la Iglesia de Don Tonino Bello.

Ayúdanos a mirar el mundo con simpatía y la audacia de la fe.

Santa Virgen, guiada por el Espíritu, "emprendió el camino para llegar rápidamente a una ciudad de Judá" (Lc 1,39:XNUMX), donde vivió Elizabeth, y así te convertiste en la primera misionera del Evangelio, haciéndote, conducida por el mismo Espíritu, nosotros también tenemos el coraje de entrar en la ciudad para traerle anuncios de liberación y esperanza, para compartir con su trabajo diario en la búsqueda del bien común.
Danos hoy el coraje de no alejarnos, de no tendernos una emboscada de los lugares donde abunda la refriega, de ofrecer nuestro servicio desinteresado a todos y de mirar con simpatía a este mundo en el que nada es genuinamente humano que no debería encontrar eco en nuestros corazones.
Ayúdanos a mirar el mundo con simpatía y a amarlo.
Los sacerdotes encontramos la culminación de nuestra presencia presbiteriana el Jueves Santo, cuando el aceite de los catecúmenos, el aceite de los enfermos y el crisma sagrado se depositan en nuestras manos.
Que el aceite de los enfermos signifique en nuestras manos la elección preferencial de la ciudad enferma, que sufre debido a su propia debilidad o la maldad de los demás.
Que el aceite de los catecúmenos, el aceite de los fuertes, el aceite de los luchadores, expresen solidaridad de compromiso con los que luchan por el pan, por la casa, por el trabajo.
La solidaridad se traducirá también con opciones de campo valientes, oferta de compromiso para no ser embalsamados en el cerrado de nuestros sentimientos estériles.
Y que el crisma sagrado indique a todos los humillados y ofendidos de nuestra ciudad, pero también a los indiferentes, los distraídos, los pecadores, su increíble dignidad sacerdotal, profética y real.
Como tú, santa Virgen, sacerdote, profeta y rey, entremos en la ciudad.
Amén