Oración a la Virgen escrita por el Papa Francisco.

Oh María, Madre nuestra Inmaculada,
en el día de tu fiesta vengo a ti,
y no estoy solo:
Llevo conmigo a todos los que tu Hijo me ha confiado,
en esta ciudad de Roma y en el mundo entero,
para que los bendigas y los salves de los peligros.

Te traigo, madre, los niños,
especialmente los solos, abandonados,
y que por eso son engañados y explotados.
Te traigo, Madre, las familias,
que mantienen la vida y la sociedad en marcha
con su compromiso diario y oculto;
especialmente las familias que luchan más
para muchos problemas internos y externos.
Te traigo, Madre, a todos los trabajadores, hombres y mujeres,
y sobre todo te encomiendo a quienes, por necesidad,
se esfuerza por hacer un trabajo indigno
y aquellos que han perdido su trabajo o no pueden encontrarlo.

Necesitamos tu mirada inmaculada
redescubrir la capacidad de mirar personas y cosas
con respeto y gratitud,
sin intereses egoístas ni hipocresías.
Necesitamos tu corazón impecable
amar libremente,
sin motivos ocultos pero buscando el bien del otro,
con sencillez y sinceridad, renunciando a máscaras y trucos.
Necesitamos tus manos impecables
acariciar con ternura,
tocar la carne de Jesús
en hermanos pobres, enfermos, despreciados,
para levantar a los caídos y sostener a los que flaquean.
Necesitamos tus pies impecables
para conocer a los que no pueden dar el primer paso,
caminar por los caminos de los perdidos,
para visitar gente solitaria.

Te damos gracias, oh Madre, por mostrarte a nosotros
libre de toda mancha de pecado,
Nos recuerdas que ante todo está la gracia de Dios,
está el amor de Jesucristo que dio su vida por nosotros,
está el poder del Espíritu Santo que renueva todo.
No nos dejes caer en el desánimo,
pero, confiando en tu ayuda constante,
trabajamos duro para renovarnos,
esta Ciudad y el mundo entero.
¡Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios!