Oración al Ángel Guardián para invocar su protección.

Mi Ángel Guardián, creado por el Dios bueno solo para mí, me da vergüenza tenerte a mi lado, porque no siempre te he obedecido. Varias veces escuché tu voz, pero volví la mirada esperando que nuestro Señor fuera más indulgente que tú. ¡Pobre soñador!

Quería olvidar que eres Su mandato para velar por mí. Es a ti, por tanto, a quien debo dirigirme siempre en las adversidades de la vida, en las tentaciones, en las enfermedades, en las decisiones que hay que tomar.

Perdóname, mi ángel, y hazme sentir tu presencia a menudo. Recuerdo aquellos días y noches que hablé contigo y que respondiste dándome tanta serenidad y paz, comunicando los rayos de tu luz, misteriosos pero reales.

Eres parte del Espíritu de Dios, de sus atributos, de sus poderes. Eres espíritu nunca manchado por el mal. Tus ojos ven con los ojos del Señor, intercesor bueno, dulce y amable. Eres mi sirviente Por favor, siempre obedéceme y ayúdame a obedecerte.

Ahora te pido una gracia particular: sacudirme en el momento de la tentación, consolarme en el momento de la prueba, fortificarme en el momento de debilidad e ir siempre a visitar esos lugares y esas personas a las que mi fe te enviará. Eres un buen representante. Trae en tus manos el libro de mi vida y las llaves de la eternidad para mi alma.

¡Cuánto te amo mi ángel!

En tu rostro veo a mi Dios, en tus ojos transparentes a todas aquellas personas que necesitan misericordia. Bajo tus alas me escondo y me arrepiento de no haberte escuchado siempre, pero conoces a mi ángel, a quien te amé tanto y en mi corazón como mi mayor protector.

Siempre me has servido sin que me paguen; a cambio te prometí muchas cosas, pero no siempre pude cumplirlas. Me ayudas a vivir mejor mi vida y, en el momento de mi agonía, preséntame a María, mi amada Madre, la Santísima Virgen, la Virgen Poderosa, para que tú, que me hiciste conocer a Su Hijo Unigénito, me lleves a Su juicio. terminando en la bendita eternidad.

Pero ahora, que todavía estoy en la tierra, te encomiendo a ti, así como a mi alma, también la de mis hijos y mis hermanos, amigos y enemigos, pero más aún que todos los que aún no saben que son niños. de Dios, amén. Madre Providencia.