¿Recibimos castigos cuando pecamos?

I.- A un hombre ofendido por otro le gustaría vengarse, pero no puede hacerlo fácilmente, aparte de eso, esa venganza genera lo peor. Dios, por otro lado, puede y tiene el derecho, ni tiene que temer represalias. Podría castigarnos quitando la salud, sustancias, parientes, amigos, la vida misma. Pero es raro que Dios nos castigue en esta vida, somos nosotros mismos quienes nos castigamos.

II - Con el pecado, cada uno de nosotros toma una decisión. Si esta elección es definitiva, todos tendrán lo que hayan elegido: el bien más alto o el mal más alto; felicidad eterna o tormento eterno. ¡Qué suerte que podamos obtener el perdón por la sangre de Cristo y los dolores de María! antes de una elección final!

III. - Es urgente poner un "suficiente" para pecar antes de que Dios pronuncie su "¡suficiente!". Tenemos muchas advertencias: desgracias en la familia, un lugar perdido, esperanzas decepcionadas, calumnias, tormentos espirituales, insatisfacciones. Si entonces también hubieras perdido el remordimiento de conciencia, ¡tendrías el mayor castigo! No podemos decir que Dios nunca castiga, incluso durante nuestra vida. Durante mucho tiempo, muchos flagelos naturales, enfermedades o accidentes han sido considerados castigos de Dios por los pecados. No puede ser simplemente cierto. Pero también es cierto que la bondad de un padre recurre a algún castigo por una llamada de su hijo.
EJEMPLO: S. Gregorio Magno - En el año 589 toda Europa fue devastada por una horrible plaga, y la ciudad de Roma fue la más afectada. Al parecer, los muertos eran tantos que ni siquiera tuvieron tiempo de enterrarlos. S. Gregorio Magno, entonces pontífice en la silla del s. Peter ordenó oraciones públicas y procesiones de penitencia y ayuno. Pero la plaga persistió. Luego se volvió particularmente hacia Mary al llevar su imagen en procesión; de hecho lo tomó él mismo, y seguido por la gente cruzó las calles principales de la ciudad. Las crónicas dicen que la peste parecía desaparecer como por arte de magia, y las canciones de alegría y gratitud pronto comenzaron a reemplazar los gemidos y los gritos de dolor.

FIORETTO: Recita el Santo Rosario, quizás privándote de una vana recreación.

OBSERVACIÓN: Deténgase un poco antes de una imagen de María, pidiéndole que apacigüe la justicia divina hacia usted.

GIACULATORIA: Tú, que eres la Madre de Dios, súplicas poderosas para nosotros.

ORACIÓN: Oh María, pecamos sí, y merecemos el castigo de Dios; pero tú, buena Madre, dirígenos a tu mirada de misericordia y defiende nuestra causa ante el trono de Dios. Eres nuestra poderosa defensora, quita los azotes de nosotros. ¡Esperamos todo de usted, indulgente, piadoso o dulce Virgen María!