Piensa, hoy, si ves algún rastro de envidia en tu corazón

"¿Tienes envidia porque soy generoso?" Mateo 20: 15b

Esta frase está tomada de la parábola del terrateniente que contrataba trabajadores en cinco momentos distintos del día. Los primeros fueron contratados en la madrugada, los segundos a las 9 am, los otros al mediodía, a las 15 pm y a las 17 pm Los contratados en la madrugada trabajaron alrededor de doce horas y los contratados a las 17 pm solo trabajaron una hora. El "problema" era que el propietario pagaba a todos los trabajadores la misma cantidad que si todos trabajaran doce horas al día.

Al principio, esta experiencia llevaría a cualquiera a la envidia. La envidia es una especie de tristeza o enojo por la suerte de los demás. Quizás todos podamos entender la envidia de quienes se toman un día entero. Trabajaron las doce horas y recibieron su salario completo. Pero tenían envidia porque los que solo trabajaban una hora eran tratados muy generosamente por el terrateniente y recibían el salario de un día completo.

Intenta ponerte en esta parábola y reflexiona sobre cómo vivirías esta acción generosa del terrateniente hacia los demás. ¿Vería su generosidad y se regocijaría en aquellos tratados tan bien? ¿Estarías agradecido por ellos porque recibieron este regalo especial? O incluso te sentirías envidioso y molesto. Con toda honestidad, la mayoría de nosotros lucharía con la envidia en esta situación.

Pero esa comprensión es una gracia. Es una gracia tomar conciencia de ese horrible pecado de envidia. Si bien no estamos en condiciones de actuar en base a nuestra envidia, es una gracia ver que está ahí.

Piensa, hoy, si ves algún rastro de envidia en tu corazón. ¿Puedes regocijarte sinceramente y sentirte lleno de gratitud por el éxito de los demás? ¿Puedes estar sinceramente agradecido con Dios cuando otros son bendecidos por la generosidad inesperada e injustificada de otros? Si esto es una lucha, entonces al menos gracias a Dios te das cuenta de ello. La envidia es un pecado, y es un pecado que nos deja insatisfechos y tristes. Deberías estar agradecido de verlo porque este es el primer paso para superarlo.

Señor, peco y honestamente admito que tengo un poco de envidia en mi corazón. Gracias por ayudarme a ver esto y ayudarme a rendirme ahora. Reemplácelo con gratitud sincera por la abundante gracia y misericordia que otorga a los demás. Jesús, creo en ti.