Reflexiona hoy sobre cómo imitas a la profetisa Ana en tu vida

Había una profetisa, Anna ... Ella nunca salió del templo, pero adoró día y noche con ayuno y oración. Y en ese momento, dando un paso adelante, dio gracias a Dios y habló del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Lucas 2: 36–38

Todos tenemos un llamado único y sagrado que nos ha dado Dios. Cada uno de nosotros está llamado a cumplir ese llamado con generosidad y compromiso sincero. Como dice la famosa oración de St. John Henry Newman:

Dios me creó para hacerle un servicio definitivo. Me confió un trabajo que no encomendó a otro. Tengo mi misión. Puede que nunca lo sepa en esta vida, pero me lo diré en la próxima. Son un eslabón en una cadena, un vínculo de conexión entre personas ...

A Anna, la profetisa, se le confió una misión verdaderamente única y única. Cuando era joven, estuvo casada durante siete años. Luego, después de perder a su marido, quedó viuda hasta los ochenta y cuatro años. Durante esas décadas de su vida, las Escrituras revelan que "nunca dejó el templo, sino que adoró día y noche con ayuno y oración". ¡Qué increíble llamado de Dios!

La vocación única de Anna era ser profetisa. Cumplió esta llamada dejando que toda su vida sea símbolo de la vocación cristiana. Su vida la pasó en oración, ayuno y, sobre todo, esperando. Dios la llamó a esperar, año tras año, década tras década, el momento único y definitivo de su vida: su encuentro con el Niño Jesús en el Templo.

La vida profética de Anna nos dice que cada uno de nosotros debe vivir nuestra vida de tal manera que nuestro objetivo final sea prepararnos continuamente para el momento en que nos encontraremos con nuestro divino Señor en el Templo del Cielo. A diferencia de Anna, la mayoría no está llamada a ayunar y orar literalmente todos los días durante todo el día dentro de los edificios de la iglesia. Pero, como Ana, todos debemos fomentar una vida interior de oración y penitencia continuas, y debemos orientar todas nuestras acciones en la vida a la alabanza y gloria de Dios y la salvación de nuestras almas. Aunque la forma en que se vivirá esta vocación universal será única para cada persona, la vida de Anna es, no obstante, una profecía simbólica de cada vocación.

Reflexiona hoy sobre cómo imitas a esta santa mujer en tu vida. ¿Promueves una vida interior de oración y penitencia y buscas cada día dedicarte a la gloria de Dios y la salvación de tu alma? Evalúe su vida hoy a la luz de la maravillosa vida profética de Anna, sobre la que se nos ha encomendado la tarea de reflexionar.

Señor, te agradezco por el poderoso testimonio de la profetisa Ana. Que su devoción de toda la vida por ti, una vida de oración y sacrificio continuos, sea un modelo e inspiración para mí y para todos los que te siguen. Rezo para que cada día me revele la forma única en que estoy llamado a vivir mi vocación de total entrega a ustedes. Jesús, creo en ti.