Reflexiona hoy sobre las verdaderas necesidades de quienes te rodean

"Ven solo a un lugar desierto y descansa un rato". San Marcos 6:34

Los Doce acababan de regresar de ir al campo a predicar el evangelio. Ellos estaban cansados. Jesús, en su compasión, los invita a irse con él a descansar un poco. Luego se suben a un bote para llegar a un lugar desierto. Pero cuando la gente se entera de esto, se apresuran a pie hacia donde se dirigía su bote. Entonces, cuando llega el bote, hay una multitud esperándolos.

Por supuesto, Jesús no se enoja. No se deja desanimar por el deseo ardiente de la gente de estar con Él y con los Doce. En cambio, el Evangelio dice que cuando Jesús los vio, "su corazón se llenó de piedad" y comenzó a enseñarles muchas cosas.

En nuestra vida, después de haber servido bien a los demás, es comprensible desear el descanso. Jesús también lo deseaba para sí mismo y para sus apóstoles. Pero lo único que Jesús permitió que "interrumpiera" su descanso fue el claro deseo de la gente de estar con él y ser nutridos por su predicación. Hay mucho que aprender de este ejemplo de nuestro Señor.

Por ejemplo, hay muchas ocasiones en las que un padre puede querer estar solo por un tiempo, pero surgen problemas familiares que requieren su atención. Los sacerdotes y los religiosos también pueden tener deberes inesperados que surgen de su ministerio y que, al principio, pueden parecer interrumpir sus planes. Lo mismo puede decirse de cualquier vocación o situación de la vida. Podemos pensar que necesitamos una cosa, pero luego el deber llama y descubrimos que nos necesitan de una manera diferente.

Una clave para compartir la misión apostólica de Cristo, ya sea para nuestras familias, Iglesia, comunidad o amigos, es estar preparados y dispuestos a ser generosos con nuestro tiempo y energía. Es cierto que a veces la prudencia dictará la necesidad del descanso, pero en otras ocasiones la llamada a la caridad sustituirá a lo que percibimos como una legítima necesidad de descanso y relajación. Y cuando se nos requiera verdadera caridad, siempre encontraremos que nuestro Señor nos da la gracia necesaria para ser generosos con nuestro tiempo. A menudo es en esos momentos cuando nuestro Señor elige usarnos de maneras que realmente transforman a los demás.

Reflexione hoy sobre las verdaderas necesidades de quienes le rodean. ¿Hay personas que se beneficiarían enormemente de su tiempo y atención hoy? ¿Existe alguna necesidad que los demás tengan que requiera que cambie sus planes y se entregue de una manera que sea difícil? No dude en entregarse generosamente a los demás. De hecho, esta forma de caridad no solo transforma para aquellos a quienes servimos, sino que a menudo es una de las actividades más reparadoras y reparadoras que podemos hacer por nosotros mismos.

Mi generoso Señor, te has entregado sin reservas. La gente acudía a Ti en su necesidad y no vacilabas en servirles por amor. Dame un corazón que imite Tu generosidad y ayúdame a decir siempre “Sí” a la obra caritativa a la que estoy llamado. Que pueda aprender a experimentar un gran gozo al servir a los demás, especialmente en esas circunstancias de la vida inesperadas y no planeadas. Jesús, creo en ti.